Las cosas del campo, de José Antonio Muñoz Rojas: la recomendación de esta semana
Soy urbanita. Piel de asfalto sobre huesos de hormigón. Jamás se me ocurriría siquiera poner el pie más allá de la linde gris que encierra la ciudad. La hermosa Vega no es más que un paisaje pintoresco que contemplar desde los miradores de Antequera y nunca he transitado por sus caminos ni cruzado sus arroyos. Para mí el campo es un espacio domesticado de césped y rosales en arriates bien cuidados, y nada conozco de la tierra, de sus frutos, de sus gentes y de sus trabajos.
Cuando escogí el libro a comentar no pensé encontrar más que palabras sencillas y bien medidas y belleza en un texto escrito. Y lo que vi fue un mundo viejo y nuevo, de oficios perdidos, de aperos desconocidos, de vocablos ignorados que hacen que vuelva al diccionario (bugeos, cubriales, lenguazas, besana) a descubrir lo que ya no existe apenas, o al menos, no en mi mundo de cemento.
Comienza el texto con Las puertas del campo abriéndose a la primavera, a la flor de la encina, a las lilas, a las hierbas silvestres de nombres ignorados, al decir del poeta, que perfuman el aire y que traen anuncios de lo que está por venir, y que se va descubriendo con el paso del libro y al ritmo de las estaciones. Trigo y aceitunas, arado y hacha para la tala, el solano y la helada. Y los zorzales y las abejas que dan paso otra vez a la primavera, en un nuevo ciclo de vida. Breves notas de la vida rural en un conjunto acertado de ¿microrrelatos?, ¿acuarelas?, ¿instantáneas? (¡no sé cómo llamarlo!, quizá poesía, simplemente) que recorren el año y sus estaciones.
Las cosas del campo en Jábega 2 |
Y no se olvida el autor de los que moran el campo. En estas páginas están Miguelillo el pavero, que se fue a cuidar cerdos, Juanillo, Dolores, el historiador... gentes sencillas que trabajan la tierra. Se habla en Las cosas del campo de las hambres de los campesinos, de sus trabajos y de sus fatigas, en definitiva, del peaje que exige el campo a cambio de sus frutos. La vida dura del labriego asoma entre flores silvestres y pájaros que vienen y van, entre la primavera y el invierno, a aliviar (a veces, cuando llegan) los vacíos del estómago.
Un hermoso canto a la naturaleza, eterno como lo son los cantos de los poetas. Y un libro espléndido para leer una tarde cálida de verano.
Tierras de Antequera (foto de González-Alba) |
Gracias por la reseña. Lo solicitaré en préstamo y lo comentaré este verano con mi madre,aficionada a la lectura, mujer de pilistras,rosales,aceitunas,y campo que abandonó, como tantos, para ofrecer un futuro a su familia. Muchas gracias. Leli
ResponderEliminarPuro sentimiento el de Muñoz Rojas. Amante del campo, del paisaje de Antequera, de Alameda, de su finca La Alhajuela...El duro campo retratado con su "fina pluma".
ResponderEliminarLa verdad es que es un libro que sorprende por su sencillez y por la belleza con la que retrata tanto el paisaje hermoso como como la dureza de vida de aquellos que se dedican a labrar los campos. Es imposible leerlo sin evocar no sólo la tierra en la que Muñoz Rojas vivió y a la que amó, sino cualquier otro rincón de la España rural. Leli, a ti y a tu madre os va a encantar esta joya que va mucho más allá de la literatura local: el autor es uno de los mejores poetas que ha dado nuestra lengua.
ResponderEliminarEsta atrayente reseña me animó a leer el libro y su contenido no me ha defraudado.
ResponderEliminarNos alegra que te gusten nuestras reseñas y que animen a la lectura. Para nosotros, la opinión de los lectores es importante, y comentarios como los que nos hacéis nos anima a seguir trabajando y a tratar de mejorar con cada lectura.
Eliminar¡Gracias!
Leo ahora la reseña de uno de los libros, para mi, más sencillos y mejor escritos. Cuando me lo dejaron disfruté con su lectura y posteriormente me lo compré y también regalé a amigos que sé les gustan las obras de arte. Porque este libro es una joya y reitero su lectura cada cierto tiempo porque resultan cómodos y rápidos sus relatos.
ResponderEliminarTu reseña refleja muy bien su contenido. Enhorabuena.
Como bien dices, Juan Tomás Luengo, es este un libro sencillo pero a la vez muy evocador. Relatos muy plásticos llenos de belleza que resultan un placer para los sentidos y que se pueden releer sin que lleguen a cansar o a perder su vigencia.
EliminarUn gustazo que queríamos compartir con nuestros lectores.