Lectura de esta semana: Canción de Navidad, de Charles Dickens.

Allá por el mes de marzo comenzamos una nueva etapa en este blog celebrando los doscientos años del nacimiento de Charles Dickens. ¿Y qué mejor manera de terminar el año en que se le rinde homenaje que recomendar su magistral Canción de Navidad?

El fantasma de Marley, por John Leech, 1843
Si hay una historia navideña, esa es Canción de Navidad. El bello cuento narra las visitas que el avaro Ebenezer Scrooge recibe, durante la Nochebuena, del fantasma de su difunto socio, el Sr. Marley, y de tres espíritus navideños. El objetivo de las espectrales visitas no es otro que hacer que al duro Sr. Scrooge se le ablande el corazón, que celebre la Navidad y que, al menos un día al año, recuerde a los más desfavorecidos y sea generoso con ellos. Pese a la crudeza de la narración, que logra crear un clima muy opresivo a veces, todo acaba bien, claro. Una historia como esta merece un final feliz. Y es un alivio saber que hay remedio y que es posible no terminar vagando, encadenados a cajas de caudales y libros de contabilidad, como el pobre Marley.

El lector repasa, de la mano del Espíritu de las Navidades Pasadas, la vida del protagonista. Desde la escuelita rural al internado en el que fue olvidado cuando niño. A su juventud "enamorada", pasando por la muerte de su hermana, la única persona por la que sintió verdadero cariño: un hecho que lo marcó más aún. Vemos su cada vez mayor adicción al trabajo y aprendemos, poco a poco, cómo se endurece un corazón. Asiste, agazapado tras el Espectro de la Navidad Presente, al hogar humilde y honrado de Bob Cratchit, el empleado de Scrooge; a la casa pobre, pero llena de amor y de alegría de su sobrino Fred y su joven esposa; a visitar brevemente escuelas, asilos, prisiones y barcos. Y conoce a los monstruosos niños Ignorancia y Misera, que son el origen de los mayores males de la sociedad. Y luego se espanta, con las Navidades Futuras. El más terrible de todos, el que revela el fin inevitable. Sin pronunciar una palabra porque no necesita voz para hacerse oír, ese espíritu aterroriza cuando muestra la sordidez de la muerte sin deudos: siempre a merced de desalmados rateros prestos a sacar beneficio de los que yacen en soledad, sin nadie que les llore. Pero también  despierta la piedad en el lector al hablar de aquellos que realmente fueron amados: ¿quién no ha llorado cuando descubre el fin de Tiny Tim? A mi se me hace un nudo en la garganta, todos los años, cuando releo en estas fechas ese duro pasaje de Canción de Navidad.

Canción de Navidad
Es de esperar que un relato que busca despertar el amor fraternal tenga un toque festivo, sin embargo, Canción de Navidad no es un relato con moralina, aunque sí con moral. Las magníficas descripciones logran un ambiente de terror poco acorde con la época del año, pero que sirve a la perfección con el propósito de despertar las conciencias para así tratar de paliar, un poco, la desigualdad social. No es un relato edulcorado, sino un retrato fiel, veraz y crítico, como es habitual en Dickens, de la Inglaterra victoriana. A fin de cuentas, la temporada navideña es el escenario perfecto para que el gran escritor ponga de relieve la brutal disparidad de la sociedad en que vivió: la pobreza es más visible bajo las luces de estrellas y guirnaldas de colores, y los llantos de los miserables son el eco de los villancicos que se cantan en las casas cálidas de los burgueses. No hay juguetes bajo el árbol en la casa de los pobres. Ni siquiera hay árbol.

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María Remedios Herrera Gutiérrez Sección de Adquisiciones, Préstamo Interbibliotecario e Información y Referencia

Tarjeta navideña, de Shirley Wynne (ca. 1880)


Comentarios

  1. Una afinadísima reseña sobre un magnífico autor del que la UMA también conmemora la efeméride de su nacimiento con una acertada exposición bibliográfica en el vestíbulo de la Biblioteca General.

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  2. Una exposición muy interesante. Espero que nuestros lectores se pasen por ella. ¡Gracias por recordarla!

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