Hijas de Lilith : la lectura de la semana
En el libro del Génesis hay dos relatos diferentes sobre la creación de la primera mujer. En el primero de ellos se dice, literalmente, "y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Gen. 1, 27). Luego, más adelante, se desarrolla el texto de la creación de Eva a partir de una costilla del primer hombre.
El breve versículo de la primera versión bastó para que surgiera el mito de Lilith, la primera mujer de Adán. Cuenta el mito que Lilith fue creada a la vez que él, y también a imagen de Dios. Y como tal, era independiente, se rebeló ante los intentos del hombre por someterla y lo abandonó. Sigue diciendo que tras abandonar el paraíso, se unió a un demonio con el que engendró varios hijos a los que abandonó o mató. También se negaba a concebir. Del "fracaso" de esta primera creación y de la necesidad de darle una compañera menos levantisca a Adán surge la segunda versión que daría lugar a una Eva que no es la imagen directa de Dios, sino la de Adán. Una mujer a la sombra, sumisa, sometida y siempre a la sombra del hombre del que procede. La cara y la cruz.
En Hijas de Lilith, Erika Bornay hace una lectura en femenino de la pintura a partir de la segunda mitad del XIX. A través de las formas de representación de la mujer nos va desvelando los múltiples disfraces que han ido camuflando, a la vez que difundiendo, la imagen de la mujer fuerte e independiente que la moral imperante trata de conjurar. De la palabra oral a la escrita; de la palabra escrita a la imagen visual; del libro a la pintura, el mito de Lilith ha pervivido cautivando a los artistas que la han inmortalizado en Circe, en Proserpina o Medea, también en la Salomé de Oscar Wilde, en la Naná de Zola o en la Judith de Klimt, y en muchas otras representaciones más. Incluida su alter-ego Eva, una de sus imágenes favoritas, ¿no es la Salambó de Ferrier, a fin de cuentas, una Lilith-Eva?. Una mujer transgresora, consciente de su poder y de su sexualidad que ha estado siempre ahí: escondida entre brujas, prostitutas, como prototipo del mal que hay que evitar, con aspecto repulsivo o de hermosura fatal que lleva al hombre a su perdición. La variedad de versiones que adopta en su representación es un intento de abarcar la universalidad del peligro que está latente en cada mujer y un aviso a navegantes sobre "esas" que no se pliegan bien al dominio masculino y que son una amenaza al poder establecido. Al final, lo que asusta de Lilith es su sexo no dependiente, que no se detiene en mostrar (y demostrar) a las mujeres que es posible ser una identidad independiente si se pierde el miedo a no ser "Señora de" y que se puede vivir al margen de un varón.
Gabriel Ferrier, Salambó, c. 1881. |
Una primera imagen feminista que lleva entre nosotros largo tiempo, aunque no hayamos sabido verla y que te invitamos a descubrir a través de Hijas de Lilith, un fabuloso ensayo de arte.
Remedios Herrera Gutiérrez. Sección de Adquisiciones, Préstamo Interbibliotecario e Información y Referencia.
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