Garras de astracán. La desternillante lectura de la semana

Únicas. Así son las mujeres que protagonizan este libro: bellas, llenas de talento, riqueza y poder. Mujeres liberadas del yugo matrimonial que las arrinconaba y que han asumido las riendas de sus vidas al margen de los hombres que las sometían. En la clase más adinerada y en los círculos más selectos es donde se mueven y se inventan estas mujeres. Exageradas, desbordadas y excesivas en un Madrid a caballo entre los 80 y los 90, podrían servir de inspiración para las protagonistas de una película del Almodóvar de la época. Con la copla sustituyendo a la movida como banda sonora de la historia y con la modernidad, la liberación y la tolerancia por bandera, la vida de estas mujeres en la cresta de la ola transcurre ante los ojos del lector y le hace reír como ningún otro.

Es una historia de tríángulo con estrella invitada. Es la relación entre Imperia Raventós, asesora de imagen, y sus clientes: el bruto y poco refinado Álvaro Montalbán, un muy macho clásico al que le falla la imagen para ser miembro por derecho de la jet-set. Y Reyes del Río (la Virgen del Cobre), folclórica de raza a la que hay que mantenerle el virgo intacto hasta el mismísimo día de su boda o perderá su portentosa voz. Y la divina Miranda Boronat en aparición estelar. No interviene en la trama, pero no importa. La encantadora inútil de clase alta, siempre al la última, capaz de robarle el protagonismo a la mismísima Imperia atrae al lector a su terreno y no lo suelta. Miranda ha creado escuela y tiene fans devotos y hasta perfiles en las redes sociales.

Junto a ellos, y haciendo contraste, un enorme elenco de secundarios de carácter: Alejandro, un intelectual profesor de filosofía y adorador de efebos siempre sumido en desengaños de amor. Raúl, el hijo de Imperia que no está nada confuso con su sexualidad, y que no comparte gusto alguno con su progenitora. Beba Boticcelli, la psicoanalista necesitada de terapia. La echadora de cartas que augura un el fantástico futuro que tiene Miranda... ¡siempre acierta! (impagable, la sesión de cartas). El primo homosexual de Reyes del Río, una loca divina (y la madre de Reyes, guardiana de la mejor tradición coplera). O alguna que otra de las 80 mejores amigas de Miranda, protagonistas de los cotilleos más picantes del momento. Breves episodios que se quedan en la memoria para siempre, y que hacen mucho más divertida la lectura y mucho más aguda la sátira.

Como no podía ser menos, en esta novela hay historias de amor. O mejor, historias de sexo, que no es lo mismo. Imperia se enamora de Álvaro, Álvaro tiene sexo (brutal) con Imperia, pero persigue a Reyes del Río. Reyes no puede tener sexo (ni quiere) con Álvaro. De Reyes... mejor no cuento lo de Reyes. De veras: hay que leerlo. El Amor en esta novela sigue otros caminos: Alejandro, penando amores imposibles y Raúl, en busca de su Pigmalión, y con sus conflictos porque no aceptan su homosexualidad manifiesta.

En suma, una historia de privilegiadas con aroma a Perfume Numerado que hacen lo que sea por una portada de revista, por la joya más cara o por un magnífico Balenciaga. Y que, a pesar de su tono elitista y superficial, esconde una sociedad de contrastes en la que la apariencia y el dinero convive con  transexuales, travestidos, homosexuales, prostitutas y vividores que se encuentran y desencuentran en garitos tremendos que (en teoría) no casan nada con las elitistas protas de la historia pero que están muy en el ambiente de la época.

En el fondo, todas estas mujeres divinas son pura apariencia y esconden la sensibilidad, inteligencia, cultura o educación que puedan tener porque en su mundo y para luchar por lo que importa, las garras deben ser de astracán. Lo que hay que hacer por salir en la prensa del corazón... ¡y por estar en nuestro catálogo!

Remedios Herrera Gutiérrez. Servicio de Adquisiciones, Préstamo Interbibliotecario e Información y Referencia.

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