Leído en otros blogs: “La muerte en Venecia” de Thomas Mann

Visitamos por primera vez en este nuevo curso el blog de nuestro querido Siroco para hacernos eco de un clásico de la literatura: el libro eterno de Thomas Mann Muerte en Venecia. Un bellísimo texto que puedes encontrar en nuestra Biblioteca (junto con la magnífica versión cinematográfica de Visconti) y también, como siempre, en la biblioteca pública más cercana a tu casa. ¡No te lo pierdas!

Nacido en Lübeck en 1875 y muerto en Zürich  en 1955, Thomas Mann alcanza con “La montaña mágica” en 1924 la cumbre de la literatura europea del siglo XX. Es premiado en 1929 con el Premio Nobel.

Antes de ello, escribe una preciosa miniatura: “La muerte en Venecia” un canto al arte de la contemplación de la belleza de un famoso escritor ya en la decadencia. Para escribir tan bella novela, Mann elige el mejor de los escenarios, una Venecia crepuscular. 
Gustav Aschenbach conoce allí a Tadzio, un chico adolescente polaco al que convierte en su objeto de deseo y del que llega a enamorarse platónicamente.

Así escribe, en la contemplación de la figura amada:

“ ¡Imagen y espejo! Sus ojos abarcaron la noble figura que se erguía allá abajo, en los lindes del azul, y en un arrebato de entusiasmo creyó abrazar la belleza misma con esa mirada, la forma como pensamiento divino, la perfección pura y única que vive en el espíritu y de la cual, para ser adorada, se había erigido allí una copia, un símbolo lleno de gracia y ligereza. ¡Era la embriaguez! Y, sin advertirlo, o más bien con fruición, el senescente artista le dio la bienvenida.”

Es la dulce fatalidad del artista, el trágico conflicto entre el espíritu y la carne, la desazón que alimenta al poeta y que dotado de un destino irremisible, traduce en palabras lo que la carne le impide de gozar, son los amores imposibles, los amores inasibles, aquellos que nos enseñan lo que nunca seremos, lo que nunca tendremos.

Así en la novela de Mann, en la extraña lógica del sueño de una Venecia invadida por la peste que el escritor no quiere reconocer porque supondría la pérdida de la visión del objeto amoroso, una epidemia que le llevará a la muerte coincidiendo con el alejamiento de Tadzio y su familia, aparecen las enseñanzas de Platón a su aprendiz Fedro:

“Porque la Belleza, Fedro, tenlo muy presente, solo es a la vez visible y divina, y por ello es también el camino de lo sensible, es, mi pequeño Fedro, el camino hacia el espíritu. Pero, ¿crees acaso, querido mío, que algún día pueda obtener la sabiduría y verdadera dignidad humana aquel que se dirija hacia lo espiritual a través de los sentidos?¿O crees más bien (te dejo la libertad de decidirlo) que es éste un camino peligroso y agradable al mismo tiempo, una auténtica vía de pecado y perdición que necesariamente lleva al descarrío?"

Una potentísima novela que nos seduce y nos tambalea los sentidos, una obra de arte sin duda, una joya imprescindible.

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