Dispara... Después habla. Spaghetti westerns en la semana del cine

Todos los años me sucede lo mismo: en cuanto llegan los días de calor mis preferencias cinematográficas apuntan claramente al spaghetti western, un subgénero de películas ambientadas en el Lejano Oeste Americano, generalmente rodadas en Europa entre 1960 y 1976 con dinero italiano (de ahí el nombre)  y de bajo presupuesto. Los críticos, que en mi opinión rara vez coinciden con el sentir del público, usaron el término de forma despectiva para descalificar a este tipo de películas a las que consideraban cine de inferior calidad, pero que con el tiempo, se han convertido en un género de culto.

Si veis un western americano, pongamos el clásico Shane (Raíces profundas en español, George Stevens, 1953), y acto seguido pasáis a un spaghetti western, por ejemplo, El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966), os daréis cuenta de las enormes diferencias que hay entre ambas. Yo me quedo con esta última, sin dudarlo.

Shane. George Stevens (1953)  (CC BY-SA 2.0)
(fuente: flickr - galería de Insomnia Cured Here)
Observad al héroe de Shane, el rubísimo Alan Ladd, más bonito que un San Luis. ¿No os llama la atención lo limpio que luce? ¡En pleno Oeste americano, montañas, cactus, polvareda y sudores, y él como  recién salido de la ducha! La indumentaria impecable, el  rubio ricillo inamovible en la frente, ni una sombra de barba en las mejillas. Y ¿qué me decís de ese cuerpo de adonis griego, bronceado todo por igual, más propio de una cabina de rayos UVA que del galope tendido por desiertos inhóspitos? La postura corporal tampoco le va a la zaga, y menos la vestimenta. Con su chaqueta de flecos y ese cinturón cayendo hacia la cadera de forma despreocupada, seguro que  me convierto de la noche a la mañana en la “it girl” del momento.

Mirad ahora esta otra foto, un primer plano que pertenece a El bueno, el feo y el malo,  tercera película de la Trilogía del dólar de Sergio Leone.

Sí, vale que es el feo, Tuco, personaje magistralmente interpretado por Eli Wallach, pero esa cara, esa mueca grotesca, esa barba de días, las greñas sucias, el sudor abundante corriendo por los surcos de las arrugas… Incluso con la soga al cuello, un villano de western clásico mantendría la compostura ante la muerte inminente, circunspecto y sereno, sin ese desparrame gesticular. Es esta estética cutre, sórdida, sucia,  uno de los rasgos típicos del spaghetti western.

El bueno, el feo y el malo. Sergio Leone (1966) (CC BY-SA 2.0)
(fuente: flickr - galería de Daniel Lobo)
Se suele decir que el género  nació con la película Por un puñado de dólares (1964, Sergio Leone), inspirada en Yojimbo, una película japonesa de samurais (Akira Kurosawa, 1961). Sin embargo,  ya se habían rodado unos cuantos westerns en Italia antes de los de Sergio Leone. Además, los italianos no fueron los primeros en hacer westerns en Europa en los años 60, sino los alemanes, que se basaron en las novelas de aventuras de Karl May (Ernstthal, 1842 - Dresde, 1912), muy  atrayentes por ser por completo fruto de su imaginación, ya que May nunca salió de su Alemania natal.

El  primer western europeo con algunos ingredientes necesarios para calificarlo de spaghetti western fue Los cañones Savage  (Michael Carreras, 1962), una coproducción británico-española. Pero sería Sergio Leone, apasionado del cine de vaqueros desde niño, quien con su Trilogía del dólar sentaría las bases del género (Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio, El bueno, el feo y el malo).

El “hombre sin nombre” es el antihéroe de la trilogía, encarnado por un joven y desconocido actor, Clint Eastwood, papel que habían rechazado otros actores famosos como Charles Bronson. Radicalmente distinto en lo tocante a su aspecto físico y sus valores morales de los héroes clásicos como John Wayne, acicalados, íntegros y envueltos en un halo romántico, el hombre sin nombre es un cínico duro y melancólico, un mercenario que se mueve por dinero, viste un sucio poncho raído y fuma sin parar un cigarro puro que siempre lleva cosido a los labios. Para más inri, por muy infalible que sea el protagonista, en todo spaghetti western hay un momento en que los malos le zurran la badana y muerde el polvo como cualquiera.

Abres una ventana en una cabaña del Oeste clásico y te invade una sensación de libertad y esperanza en el futuro, cuando todo será mejor, mientras el aire fresco entra en tus pulmones, llenándote de vigor y de fuerza para seguir luchando. A lo lejos, montañas imponentes se recortan en el azul turquesa del cielo. Atrévete a abrir la ventana en una casa de spaghetti western y tendrás una bala entre los ojos, un escupitajo sobre tu cadáver y un perro flaco y sarnoso orinándose en tu cara.

¿Y qué me decís de la música?  Es difícil encontrar a alguien que no haya escuchado en alguna ocasión el famosísimo tema central de El bueno, el feo y el malo, con el señor que silba, los látigos restallando y los muelles saltarines. Fue Ennio Morricone el compositor de la banda sonora de la trilogía completa, utilizando la voz humana como un personaje más. Desde entonces, Morricone se convirtió en el compositor oficial del spaghetti western.

Para quien no haya visto esta magnífica película os resumo el argumento: durante la Guerra de Secesión americana, en el viejo Oeste, tres cazadores de recompensas (Clint Eastwood, el bueno, Eli Wallach, el feo y Lee Van Cleef, el malo)  buscan un tesoro de monedas de oro enterrado en una tumba.

Destaca especialmente la escena final del duelo a tres, que dura unos siete minutos,  el primero de este tipo en la historia del género. En el círculo central del cementerio los tres pistoleros, tan quietos como las mismas lápidas, se miran a la cara, sus ojos entrecerrados por la  sospecha. Tratan de averiguar de dónde vendrá el primer disparo y a quién irá dirigido. De fondo, la música delirante de Morricone.

Y para terminar, un poco de turismo. Los frikis del género no podemos dejar de hacer una escapada al desierto de Tabernas, en Almería, muy parecido a los desiertos norteamericanos, polvo, calor y maleza. Hubo que construir varios escenarios que aún hoy permanecen levantados, convertidos en parque temático con espectáculos en vivo. No sólo se rodaron aquí spaghetti westerns, sino también otras películas que recrean el Norte de África y los desiertos árabes, como  Indiana Jones y la última cruzada, Lawrence de Arabia o Patton.

(Las dos  películas, Raíces profundas (Shane) y El bueno, el feo y el malo, están en la Biblioteca de Arquitectura y Bellas Artes, ¿a qué estáis esperando?).

Rocio Martinez Bocero. Biblioteca de la Universidad de Málaga.

Comentarios

  1. ¡Bravo! por la magnífica crítica a estas películas memorables; aunque las he visto en repetidas ocasiones, es maravilloso volver a visionarlas, traen recuerdos de tardes de cine, domingos a la 4 de la tarde, palomitas, chiquillería, pantalla grande…
    Felicito a la autora de este blog, muy bien las diferencias estructurales, morales, musicales de los distintos géneros.
    Reitero mi felicitación. Rosa Mª Pareja.

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  2. El western es un género casi olvidado. Una pena, porque ofrece entrenenimiento y emoción a raudales. Es un gustado poder recuperar esas películas que pueden encantar a nuestros más jóvenes lectores.
    Gracias, Rosa

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  3. Buen artículo, aunque Raíces profundas es uno de los wensterns más memorables que se han rodado, que aún hoy ejerce influencia sobre películas y autores, lo cual tiene mucho mérito. Yo, si tuviera que elegir no estaría tan seguro de con cuál me quedaría.

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    1. Es difícil decidir, es cuestión de gustos personales... Pero a la larga, ver las dos sigue siendo una experiencia fantástica.

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