"Anoche soñé que volvía a ¿Manderley? ¿Mendeley?". Rebecca

Me temo que ya nunca me saldrá a la primera el nombre de la imponente mansión de Maxim de Winter, viudo de Rebeca, presencia fantasmagórica alrededor de la cual orbita la novela homónima  que la escritora inglesa Daphne du Maurier publicó en 1938.

Si la Universidad de Málaga no estuviera en proceso de cambio hacia un nuevo gestor bibliográfico, en mi cabeza permanecería clara, distinta, la primera línea del texto y las primeras palabras de la voz en off con las que comienza la película de Alfred Hitchcock:

“Anoche soñé que volvía a Manderley”

El nombre del nuevo gestor, Mendeley, una aplicación informática para manejar citas  y referencias, nada tiene que ver con viudos atormentados, ni con esposas muertas en extrañas circunstancias, ni muchísimo menos con siniestras amas de llaves de figura enlutada, enfermizamente obsesionadas con el pasado. La similar grafía, Manderley (mansión de Winter)- Mendeley (gestor bibliográfico), y la parecida pronunciación, hacen que la gimnasia recuerde continuamente a la magnesia. Y es precisamente el recuerdo una constante en esta historia que, con sus tintes góticos, recuerda a su vez a otro gran clásico, Jane Eyre.

Como vi la película mucho antes de leer la novela, nunca tuve libertad para imaginarme los rostros de los protagonistas. Lejos de molestarme, agradezco a Hitchcock esta imposición. Creo que el cuarteto formado por Laurence Olivier (Maxim de Winter), Joan Fontaine (segunda esposa de Maxim), Judith Anderson (Mrs. Danvers, el ama de llaves) y George Sanders (Jack Favell, primo y amante de Rebeca) es, sencillamente, fantástico. No podría escoger entre novela y película, a pesar de que la adaptación cinematográfica se haya permitido varias licencias. La más notable son las circunstancias que rodean la muerte de Rebeca, ya que la autocensura hollywoodiense de la época exigió hacerla “moralmente” más aceptable.

La novela comienza en un momento no especificado del futuro. La narradora, cuyo nombre nunca es revelado, se encuentra de viaje por Europa con un acompañante masculino. Mediante flashback, sus recuerdos nos llevan a Manderley. En esta mansión, ahora destruida, situada en el sur de Inglaterra, residió durante un tiempo tras su rápido matrimonio con Maxim de Winter, al que conoció en Monte Carlo cuando trabajaba como acompañante de una rica señora americana.

En contraposición a esta identidad diluida de la segunda esposa de Winter, una joven inexperta y apocada, ataviada sin gracia y torpe en su desenvolvimiento, Rebeca, la primera señora de Winter, ya muerta cuando arranca la historia, es un recuerdo hermoso y terrible que nos atormenta como  a la narradora. Su halo de misterio, su incorpórea presencia de fantasma ominoso, nos acompaña hasta el final, sin darnos tregua.

Todo en Manderley recuerda a Rebeca. Mansión y primera esposa son las verdaderas protagonistas de la historia, junto con Mrs. Danvers, devotísima ama de llaves y doncella de Rebeca, a la cual idolatra desde niña y a la cual jamás olvida. Esta mujer es un espectro que vive únicamente para perpetuar el  recuerdo de su adorada señora, llegando a extremos rayanos en la locura. Es, en mi opinión, el personaje icónico por el cual recordamos esta historia y que Hitchcock mejoró en la pantalla, dotándolo de un plus turbio y malévolo, no tan acusado en la novela.

Mrs. Danvers… ¡qué mujer!, siempre al acecho, una sombra que te pone la carne de gallina con su flotar silencioso, con su aparecer de forma sorpresiva cuando menos lo esperas. Una de las malas a tener en cuenta en la historia de la literatura y el cine. El colmo de la manipulación mental y la desviación perversa lo alcanza en la escena en la que trata de persuadir a la narradora de que salte por la ventana y acabe con su vida, porque Maxim sigue amando a Rebeca.

Así pues, cuando cada día entro en el nuevo programa, no puedo menos que imaginar la negra trenza tirante coronando la cabeza de Mrs. Danvers, y  recuerdo la famosa frase del principio. En mi caso, ahora no me cabe la menor dura, lo que voy a soñar esta noche es que vuelvo a Mendeley, no a Manderley. 

En la Biblioteca Universitaria encontrarás tanto la película como la novela. 

Rocio Martinez Bocero. Biblioteca de la Universidad de Málaga

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