Himnos abdominales: el deseo en los versos de Alejandro Simón Partal

Después de El guiño de la chatarra (Renacimiento, 2010) y Nódulo noir (Renacimiento, 2012), dos libros presididos por la tristeza y la oscuridad, Alejandro Simón Partal (Estepona, 1983) acaba de publicar Himnos abdominales (Renacimiento, 2015), su poemario más claro y luminoso. Y es que su título funde los himnos griegos (tan clásicos) con los músculos abdominales (tan deseados en cualquier gimnasio que se precie). 

Aunque su idea central es la celebración del deseo (no otra cosa significa la palabra himno), los poemas que lo componen no dejan de estar teñidos por unas reflexiones, casi metafísicas, que acaban por provocar la desazón del lector (algo que no es nuevo en la obra del poeta).

Y ahí reside, creo yo, lo mejor de este libro: la voluntad de Alejandro Simón de alejarse de la frivolidad en que parece haber caído la cultura contemporánea (por ese afán de convertirse en mayoritaria), y tener la valentía de reivindicar (sin panfletos) la vuelta a la reflexión pausada, al lenguaje austero y preciso, al pensamiento complejo. Algo que queda claro en las citas (no exentas de ironía) que abren y cierran los textos, enmarcándolos. “Una mitología no es posible en singular” (del filósofo alemán Schelling) y “Fin del salmo” (del poeta, también alemán) Gottfried Benn.  Pero también en los otros nombres (nada convencionales) que van apareciendo a lo largo de los veinte poemas que componen el libro: Novalis, Costafreda, Casariego y María Victoria Atencia. Una compañía excepcional que es también toda una declaración de principios.

Y eso es una actitud muy, muy, valiente en los tiempos que corren. 

No significa eso que estemos ante un conjunto de poemas herméticos, porque Alejandro Simón sabe utilizar muy bien los recursos de la poesía tradicional: repeticiones, anáforas, paralelismos…, que, de alguna manera, suponen un seguro puente para los lectores: Atravesar esta ciudad / no garantiza otra ciudad. // Atravesar estas llamas / no garantiza las otras llamas. // Atravesar el huerto / no garantiza otra naturaleza.

El poeta, sin embargo, no desdeña convocar a aquellos autores por los que siente una especial afinidad sin necesidad de nombrarlos. El recurso a la intertextualidad, al igual que en poemarios anteriores, enriquece, por tanto, su lectura. Los estilemas de Jorge Guillén (también de palabra tan exacta y precisa) sobrevuelan en el poema “Anticipan tus formas”: Deslumbramiento: / luz que impide luz: / Deslumbramiento: / cuerpo que impide cuerpo. Y son claras también las alusiones al conocido poema “A un río le llamaban Carlos”, de Dámaso Alonso en el largo y espléndido “Definirte es empobrecerte”: Eras el amor y tenías nombre propio / como los caudalosos ríos de Norteamérica, / pero eras de Torremolinos.

Y es que Simón Partal está tan dotado para esos brillantes aforismos que van relampagueando a lo largo del libro (Definirte es empobrecerte, Todo en mi cuerpo nació para estar vivo, No nos queda otra libertad que la del cansancio..) como para hacer que los poemas de largo aliento no pierdan intensidad, algo muy complicado, como saben todos los poetas. Excelentes los titulados “Qué codiciable animal” o “El sol radiante”.

En fin, veinte poemas intensos, vitales, reflexivos y austeros, pero también absolutamente contemporáneos. 

Termino con un fragmento del poema [Vienes a verme…] que, creo, sintetiza y resume de manera clara el personalísimo tono (de luz entre difusa y reflexiva) de este poemario:

Aprieto los ojos para verte

con más nitidez como quien

aprieta los puños aterrado

de miedo.

Suena tu cuerpo en esta

habitación como suenan

los barcos sin amarre

que llegan a puerto
tras una tempestad, y que
saben que no podrán quedarse.


Antonio Aguilar. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, Doctor en Filología Hispánica y Profesor Colaborador Honorario de la Universidad de Málaga. Dramaturgo y poeta, en nuestro blog nos ha presentado muy buenos poetas.

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