Cuentos de Hadas en el Día de la mujer, rescatados por Angela Carter

Érase una vez, en un reino muy muy lejano, una princesa presa de un horrible dragón...

Estamos acostumbradas a oír hablar de príncipes que se enfrentan a peligros espantosos y que logran cumplir misiones imposibles para poder rescatar a desvalidas (y hermosas) damas en apuros. Es también cada vez más común, oír hablar de cuentos "en femenino", de ediciones en las que los clásicos de toda la vida se reescriben a fin de eliminar nociones sexistas y cambiar el papel de las mujeres que en ellos participan.

Un esfuerzo notable. Pero cuando vuelvo a los días en los que mi hermana mayor se vería obligada a contarme un cuento tras otro para que me durmiera ("¡Ooootro, Carmen!") recuerdo que había historias en que la Chica era la que afrontaba peligros inimaginables para rescatar al fanfarrón que creía ser un héroe. Había relatos en los que la lista era ella, que daba al valiente futuro marido la solución al problema que le iba a costar la cabeza. Y alguna que otra protagonista no llegó a casarse y prefirió su vida independiente.

Con el paso del tiempo, mi afición a la tradición oral en la literatura (y a los cuentos de hadas en particular), no disminuyó. Todo lo contrario. Descubrí (redescubrí, en realidad) el poder que tienen las versiones originales y me dediqué a coleccionarlas y a leerlas con avidez. Y fue entonces cuando se puso de manifiesto que en los Cuentos al amor de la lumbre (la recopilación de A.R. Almodóvar de los cuentos españoles), en los Cuentos de niños y del hogar (¡Grimm!, pero en su primera edición, y no en las siguientes y censuradas ediciones), en la recopilación de los italianos de Italo Calvino, en los Cuentos populares rusos de Afanasiev... las heroínas abundan mucho más de lo que a simple vista nos quieren hacer ver. 
Pícaras que se zampan la cena del amo y se las apañan para dejarlo con un palmo de narices. Princesas que liberan al príncipe encantado e incapaz de liberarse solo. Pobres que hacen fortuna con su inteligencia. Ricas que huyen del padre abusador que pretende casarse con ellas. Tontas o astutas que se hacen la tonta. Buenas, malas, vagas, trabajadoras, magas, cotillas... Protagonistas de todas las clases sociales y de toda condición que tienen que esforzarse para sobrevivir a un mundo que no parece hecho para ellas y en los que es su fragilidad lo que las hace más fuertes.

Y no solo eso. Las versiones originales no son, ni mucho menos, tan rosa como Hollywood nos ha hecho creer. Esos cuentos no se callan nada. Las hermanastras de Cenicienta se quedan ciegas cuando unos pájaros les pican los ojos el día de la boda. A Caperucita se la come el lobo y punto final. A la Bella Durmiente la violan mientras está en su feliz sueño y da a luz gemelos. Y recuerda que el padre de Piel de Asno quería casarse con ella... Hay secuestros, incestos, asesinatos horrorosos e incluso (en la tradición española) una chica travestida, que se casa con la guapa rica y que termina convertida en hombre cuando están a punto de descubrir su engaño. Y las malas. Me encantan las malas incluídas las de Disney cuando son como mi adorada Maléfica.

Darse cuenta de que nosotras siempre hemos sido las más no es difícil. Solo hay que releerlos para ver que, en la realidad, hay más heroínas que damiselas llenas de melindres (¿por qué, entonces, esa visión tan masculina de estos cuentos?). Y si ir de antología en antología es tedioso, puedes leer la estupenda recopilación Cuentos de hadas de Angela Carter: un conjunto de relatos de tradición oral de las más diversas culturas que no ocultan las partes más desagradables de la vida. Algunos de ellos no se pueden terminar con el clásico "y fueron felices y comieron perdices" pero se disfrutan igual.

Buenas noches, que soñéis con los angelitos.

María Remedios Herrera Gutiérrez. Servicio al usuario.

Comentarios

Entradas populares