Antonio Aguilar: La mar de reseñas

Conocí a mi amigo Antonio Aguilar en la Universidad, en aquellos años emblemáticos donde tratábamos de cambiar el mundo. Puede que muchas de nuestras utopías no se cumplieran pero sí que colaboramos a conseguir un país libre, democrático y además abrazamos la modernidad dejando atrás muchos prejuicios.

Entonces la Facultad de Filosofía, donde estudiábamos, estaba ubicada en el antiguo colegio de San Agustín. Además de acudir a clase, nuestras vidas transcurrían en el bar, en aquel patio rodeado de columnas y bancos o también en la pequeña Biblioteca. Todos ellos eran lugares de encuentro. En el salón de actos tan pronto había alguna actividad cultural como se celebraban asambleas animadas por los mítines de nuestros representantes estudiantiles.

Antonio tenía una personalidad arrolladora. Resultaba atractivo e interesante: un joven culto, inteligente, agudo, sensato y a la vez rompedor. Me gustaba su compañía porque con él se podía hablar de todo. Además me contagiaba su amor por la lectura y la poesía. Llevaba el arte en el alma. De aquellas, si no me equivoco, pintaba a plumilla, con acuarela y con lápices de colores.

Estaba muy influenciado por la obra del poeta español más universal: García Lorca. Recuerdo que pasábamos muchas tardes en aquella casita que tenía alquilada cerca del Cementerio Inglés, donde recitábamos y comentábamos El poeta en New York, unos poemas muy influenciados por el surrealismo.  Otras veces hablábamos de Yerma o analizábamos poesías de corte más popular. En una exposición que, por aquella época realizó, había un paisaje con árboles de copas verdes que brotaban de un suelo naranja, su color favorito. En la esquina derecha se podía leer un verso: “el cielo se ha puesto verde y ya no siento tu ausencia”.  Un verso de Antonio, totalmente lorquiano.

Una vez acabada la carrera continuamos teniendo contacto, aunque con menos frecuencia. Sin embargo seguí leyendo sus publicaciones y acudiendo a las representaciones de sus farsas teatrales: Isabel es nombre de Reina, unas reinas un tanto esperpénticas que bailaban las flechas del amor, o Divino patrón donde los santos, cuando la iglesia permanece vacía, además de cotillear se desahogan de la vida que les ha tocado sufrir.  Confieso que yo me lo hubiera pasado de lo lindo interpretando a Santa Rita, abogada de lo imposible. Me imaginaba vestida de monja con mi espinita en la frente, subida en una peana.

En 1990, Antonio,  me entregó un ejemplar de una selección de sus poemas, que publicó con el título El vicio de la seda, bajo el heterónimo de Carmen Recatalá, un apellido muy apropiado para una ilustre solterona que arrastra echarpes por los bares más lujosos: No es cierto que el lujo me corrompa. / Pero hay días en que solo me levantan / los martinis de las peores bodegas

El libro venía con la siguiente dedicatoria: “Para Lola de su amiga más mentirosa. Carmen Recatalá.”

Después de sacar las oposiciones de instituto, me enteré de que obtenía la catedra de Lengua Castellana y Literatura y también se dedicaba a preparar su doctorado.  Yo sabía que el mundo de la investigación le apasionaba tanto como le apasionaba la docencia. La elección de la obra de Luis A. de Villena para su tesis, a la que le dedicó su tiempo y esfuerzo,   influyó de manera muy especial en su trayectoria profesional y personal. De este autor ha publicado Aspectos de poesía y poética en la lírica de Luis Antonio de Villena (Málaga, Universidad, 1996) y La belleza callada de la noche. Introducción a la poesía de Luis A. de Villena (Sevilla, Renacimiento, 2008).

Antonio Aguilar, es ahora un investigador de reconocido prestigio. Su metodología rigurosa, su erudición, su originalidad y también su pedagogía, le hace estar presentes en los eventos más significativos de la ciudad relacionada con el mundo de la literatura y la cultura. Este año, en la 47 edición del Día del Libro, presentó, en el Centro Andaluz de las Letras, la antología poética Canciones para Pilar, editada por El Toro Celeste. Se trata de poemas escritos por poetas mujeres, en los que podemos apreciar la evolución de la mujer deseada a la mujer deseante.

Siendo ya profesor colaborador honorario de la UMA, la Biblioteca le solicitó su contribución. Desde entonces, magnificas reseñas han salido de su ordenador y han enriquecido nuestro blog. La mayoría de ellas están dedicadas a la poesía: empezando por Las Noches Áticas de José Antonio Padilla y terminando por Actos Impuros de Ángel Néstore. También gracias a sus propuestas se han organizado dos recitales poéticos en la Biblioteca General. El primero titulado Profesores y poetas, que dio lugar a formar una serie de nuestro blog. El segundo se ha celebrado el día 24 de octubre, Día de la Biblioteca, titulado: Poemas para el Siglo XXI, con un formato muy original, por la participación de un representante de cada estamento de la UMA, a los que se sumó un miembro de la sociedad. Cada uno de ellos eligió un poema escrito en S. XXI, para recitarlo y explicar el motivo de dicha elección. 

Termino esta reseña, recordando al muchacho entrañable que tanta ilusión le ponía a todo lo que hacía. Creador imparable y amante de Estepona, su pueblo natal. Junto a él viví momentos históricos irrepetibles. Me siento orgullosa de gozar de una amistad tan gratificante, que he compartido con todos los que participamos hoy de sus proyectos.

Antonio, en nombre de mis compañeros, y en el de la Biblioteca, quiero trasladarte toda nuestra gratitud. 

Un abrazo

Lola Acosta Mira. Biblioteca General.

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