Una reflexión sobre "Antonia", de Nieves Concostrina

La guerra siempre es terrible. El que muere, en ocasiones héroes anónimos, otras en olor de multitudes, termina. El que queda, el que logra escapar de ese horror, vive la posguerra. De eso va esta historia.

El caso es que se han vertido ríos de tinta sobre el tema y aún siguen apareciendo visiones o versiones que coinciden, enriquecen o difieren d la nuestra y aunque al empezar la lectura me dije, “otro libro sobre la guerra civil” bien es verdad que, la historia del 27 de la calle del Águila tiene su sello particular.

El texto recopila un buen anecdotario de la época, chascarrillos que aportan el humor suficiente para aliviar momentos y situaciones. Por ellos supe que los “haigas” no eran una marca de coche, sino el nombre con el que se quedaron aquellos que compraban los nuevos ricos, porque al elegirlos solían decir “¡el más grande que haiga!”. También me hizo sonreír la ocurrencia de aquél, que apurado por el hambre colgó un cartel en Neptuno con la leyenda “o me dais de comer o me quitáis el tenedor”

Un relato donde las miserias materiales y las humanas van cogidas de la mano. Víctima y verdugo muestran las luces y las sombras de una sociedad por construir.

Ideologías donde esconder falta de escrúpulos y ambición de poder en unos casos y necesidad de comer o de salvar el pellejo, otras. Aunque también hubo quien a pesar de tener todas las de perder, sacó los dientes ante las injusticias y en algunos casos, con la recompensa de ganar el asalto.

No sé si la versión de Concostrina sobre el suceso, está influenciada por su ideología, sus recuerdos o su fantasía. De hecho, algunas compañeras de lectura se refirieron a la obra, acertadamente, como una cronología de los hechos. Pero el caso es que la historia de Antonia, coincide significativamente con aquellas que escuché a mi abuela durante mi infancia. Quizás eso ha sido suficiente para conquistarme.

M. Carmen Díaz.

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