Las Noches áticas de José Antonio Padilla (1975-2009). (Cuando se cumplen diez años de la publicación de Colección de olas)

Noches áticas es el primer libro de poemas publicado por José Antonio Padilla (Álora, 1975-2009), autor también de Colección de olas (Málaga, Puerta del Mar, 2004), un conjunto de aforismos (o greguerías o mínimos poemas, que todo ello puede decirse) deudores tanto de las vanguardias españolas (desde el ya clásico Gómez de la Serna al malagueño Rafael Pérez Estrada), como del gusto por la sentencia de la Andalucía más honda: “Vivimos en el extrarradio de nosotros mismos”. 

Aquella breve colección (cuyo autor prefiere llamar aforismos antes que poemas) adelantaba algunas de las características que singularizan estas Noches áticas. Y la primera de ellas se encuentra en el mismo título: el gusto por la ambigüedad y el concepto. Porque estas noches áticas, que remiten al mundo clásico y al afán recopilador del erudito romano A. Gelio, aluden también (tal y como apunta Justo Navarro en el prólogo que abre el volumen) a una historia de amor vivida en el ático de un moderno edificio. Clasicismo y modernidad encerrados en tan solo dos palabras. 

Contención, brevedad o sugerencia pueden definir con cierta exactitud el contenido de este leve (por lo alado) poemario. Porque tal y como José Antonio Padilla afirma en la poética que acompaña a los textos incluidos en Frontera sur (una amplia y modélica antología de poesía joven malagueña, compilada por Francisco Ruiz Noguera): “Lo dicho importa tanto como lo no dicho”. Una reflexión que se apoya, inequívocamente, en la poética de Paul Celan (quien da título a uno de los poemas del libro “Tango de muerte: P. Celan”), pero también en la de sus defensores en lengua española: Jorge Guillén, José Ángel Valente, Jaime Siles..., e incluso en los más cercanos: María V. Atencia, Justo Navarro o Salvador López Becerra.

Esta poética del silencio (o minimalismo), que trata de extraer del lenguaje sus más hondas significaciones, no renuncia por ello a unos recursos estilísticos que a lo largo de la historia de la literatura han demostrado su eficacia para traducir la esencialidad poética. Así, se encadenan las sinestesias (“En el sordo crepúsculo”, “El chillido del calor”, “Suave claridad”), las paradojas, a veces resueltas en forma de antítesis (“Nada me destruyó tanto como mi fuerza” “La transparencia de la historia está grabada en piedra”, “Trae el día una luz acelerada, casi sombras”), las anáforas y paralelismos (“Bailarás sobre..., Bailarás sobre..., Bailarás sobre...”) Incluso se utilizan metros clásicos (heptasílabos de rima asonantada en el poema dedicado a Celan) o se ensaya un tipo de poema próximo a la rima becqueriana (tres estrofas construidas en paralelo concluyen en una última que da sentido al texto) en “No hay otra forma de vivir”.

No faltan tampoco los homenajes explícitos a toda una serie de autores cuyo denominador común es el exilio y la hondura poética (Brodsky, Celan, Larkin, Costafreda), pero también las alusiones veladas a uno de los grandes poetas españoles, San Juan de la Cruz, punto de referencia de la poética del silencio por su defensa de la insuficiencia de la palabra para expresar la inefabilidad. En el poema en prosa “Claridad” (una de las formas poéticas más arriesgadas y mejor resueltas del libro) se oyen ecos de la Noche oscura del alma. La luz divina que guía a la amada a través de las tinieblas de la noche se ha encarnado en un cuerpo desnudo: “Fue tu cuerpo desnudo la más hermosa claridad de la noche”. Y en “Ausencia” el éxtasis místico, que en San Juan de la Cruz se expresaba a través de exclamaciones (Oh noche...), se ha transformado ahora en qué (“Qué lugares. / Qué Atántidas desnudas. / Qué provincias...”), aunque paradójicamente (una de las figuras preferidas por el autor) el éxtasis esté provocado no por la unión con la amada sino por su ausencia (“También tu ausencia es un afrodisíaco”).

En definitiva, un poemario que ha sabido unir con sabiduría poética la hondura del minimalismo con recursos y estrofas tomados de la tradición clásica. Un viaje hacia la esencialidad que puede seguirse cotejando aquellos textos publicados en Frontera sur (entonces inéditos) y que, vueltos a publicar ahora, han perdido casi la mitad de sus versos. 


Antonio Aguilar. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, Doctor en Filología Hispánica y Profesor Colaborador Honorario de la Universidad de Málaga. Dramaturgo y poeta, en nuestro blog nos ha presentado muchos buenos poetas.
(Reseña escrita en julio de 2007, pero que, por diversas circunstancias, no ha sido publicada hasta ahora)

José Antonio Padilla está en nuestra Biblioteca y entre su obra encontrarás Noches áticas. Búscalo.

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