Frankenstein. El desconocido monstruo de Mary W. Shelley

De Frankenstein, el imaginario popular siempre tiene la imagen del inmenso Boris Karloff en la película homónima de 1931 dirigida por James Wale, es sin duda una obra maestra del séptimo arte pero poco tiene que ver con la novela de Mary Shelley.

De hecho, la novela de esta escritora e intelectual británica realmente no pertenece al género de terror, sino que más bien es un drama con tintes de ciencia ficción que cumple con todos los requisitos de la corriente del romanticismo en la que se escribió en 1816.
El origen de Frankenstein está en un juego que propuso Lord Byron a sus amigos junto al lago de Ginebra donde veraneaban (esta anécdota fue recogida por nuestro director de cine Gonzalo Suárez en su película “Remando al Viento”  de 1987). Mary, por aquel entonces Mary Godwin, escribió un cuento breve al que después su futuro marido Percy Shelley le ayudó a convertir en su primera novela publicada en 1818.
Aunque en la novela encontramos muchos de los elementos usados por Hollywood o la productora británica Hammer asociados al monstruo, la búsqueda de cadáveres, la reanimación de un ser creado a partir de materia muerta, el rechazo del doctor a su criatura, etc. en “Frankenstein o el moderno Prometeo”, que es el título definitivo de la novela, nos enfrentamos a una reflexión casi herética por las implicaciones que puede tener si la aplicamos, en justa correspondencia, al ser humano con respecto a su creador: yo no pedí existir ¿por qué me has traído?... Si me has dado la vida ¿por qué no me has dado también la felicidad?... ¿Hasta qué punto eres responsable de tu propia obra?... ¿A qué clase de mundo me has traído?...
De esta manera, la novela va abandonando poco a poco la ambientación fantástica con tintes góticos y se va adentrando en el más puro drama teñido de fatalismo y sed de venganza.
La obra también es un maravilloso recorrido por la sociedad victoriana del siglo XIX, con su moral maniquea y bastante farisea, con su visión del mundo antropocéntrica en la que la ciencia le va arrebatando a Dios el lugar que tradicionalmente ocupaba desde hacía dos mil años.
Os animo a leer esta obra especialmente, quizás porque al ser un icono cultural todo el mundo piensa que la conoce y puede deparar muchas y agradables sorpresas zambullirse en su lectura para descubrir los matices que el celuloide no puede mostrar.
Búscala en las estanterías de nuestra Biblioteca: te sorprenderá.

Pablo Martínez. Biblioteca de Turismo

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