Día Internacional del Libro. Una reflexión especial

Cada año, el 23 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro. En este día del año, los libros salen de las estanterías, abandonan los silencios de librerías y bibliotecas y ocupan la primera plana de los noticiarios, copan la calle y están a la vista de todos. Hoy es un día de alegría para la palabra escrita, en el que autores y lectores se encuentran cara a cara, y en el que las mil historias impresas llaman a nuestra vista e intentan entrar en nuestra mente. Imagina un viento. Un viento fuerte que revuelve estanterías, que arranca de las baldas volúmenes y volúmenes, que pasa las hojas y que, hablando fuerte en tu oído, te cuenta las historias que ha leído de tempestades, de barcos que se hunden en el mar, de guerras crueles. Imagina que el viento es una brisa suave que te lleva, susurrados, los versos del poeta para que te enamores y te conmuevas. O imagina que ese viento te cuenta su historia y que pone delante de ti hojas en blanco para que seas tú quien cuente historias de hadas, de risas, de llantos, de miedos, de prostitutas y de reinas, de marginación y de esplendor.
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Hoy te vamos a hacer un regalo. No creemos que sea un día de recomendaciones o de reseñas. No es día de contarte qué pensamos de un libro o si nos ha gustado una historia. Hoy es el día del libro, el de la lengua y la palabra, y en un día como hoy, lo que queremos hacer es animarte a LEER. Compra un libro, abre uno que ya tengas o... ven a la biblioteca y llévatelo en préstamo.
¿Qué es ese regalo? Aquí lo tienes: un poema de amor de Neruda, la letra, y el poema en la voz del poeta

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


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