Leído en otros blogs: El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes

Este mes, nuestro querido amigo Víctor M. Pérez Benítez, y de su blog Siroco, nos trae la segunda entrega de los "Episodios de una guerra interminable", la saga de Almudena Grandes, para que disfrutemos de esta autora española. Una fantástica reseña que, como es ya habitual en nuestro colaborador, va a despertar las ganas de leer a esta imprescindible de nuestra literatura, como bien dice Víctor. Un gustazo que puedes encontrar tanto en la Biblioteca de la Universidad como en la Red de Bibliotecas Públicas de Andalucía: cerquita de ti tienes un ejemplar.


CubiertaUn temblor recorre mi cuerpo cuando comienzo a escribir sobre “El lector de Julio Verne” el segundo episodio de la serie de seis que constituye lo que la escritora ha llamado EPISODIOS DE UNA GUERRA INTERMINABLE, un libro de más corta duración que el primero ”Inés o la Alegría”. Un temblor y un enorme respeto a ésta escritora que escribe con la emoción a flor de piel y con el estilo depurado de una maestra, una excelsa maestra de la palabra, una arquitecta precisa, perfeccionista de la novela.
Almudena Grandes sorprende siempre porque escribe desde el corazón y la pasión, diría que desde la obsesión amorosa de los personajes que insuflan el alma roja y caliente de una pensadora, de una persistente investigadora de una época tenebrosa de nuestra historia,una escritora que rescata del olvido las personas que dan sentido a una vida española que quedó marcada por la muerte, por el odio y el dolor de dos Españas enfrentadas a garrotazos como con tanto acierto plasmó plásticamente Francisco de Goya en una de sus pinturas negras.
Menos de dos días de intensa y apasionada lectura me han hecho sentir como nadie lo hace el valor de la escritura, la utilidad de la pasión por rescatar y dar luz a las personas y a la historia de una posguerra cruel por sus miedos, por sus terribles silencios llenos de miradas de aviso, de terrores familiares y cercanos, de desconfianzas y desasosiegos, de un sufrimiento atroz en la soledad de unas mentes marcadas por el horror de la guerra entre hermanos.
La historia que desarrolla la novela en un pueblo de Jaén, Fuensanta de Martos, entre los años de 1947 y 1949, nace en un viaje de encuentros en el norte de Marruecos, en Asilah o Arcila donde residieron su bisabuela y su abuela y donde un amigo de Almudena le narra la historia de Cencerro, un maquis, uno del monte, un héroe del pueblo que deja billetes con su firma para agradecer la ayuda a la guerrilla y que hace levantar prohibiciones a cantar “la vaca lechera”, pero en realidad Almudena Grandes lo que hace es dibujar un mosaico a lo Guernica, un enorme mural donde Nino, Antonino, un niño de nueve años hijo de un Guardia Civil refleja la esperanza de un futuro alejado del odio y la ignorancia, la manera de escribir de Almudena , siempre en primera persona, desde los ojos del niño, es realmente turbadora, atractiva y seductora, Pepe el Portugués, Doña Elena, tantos y tantos que impulsan a Nino a avanzar con la fuerza y la valentía de los eternos valores de la amistad, del sacrificio, del aprendizaje nos emociona y nos hace sentir que estamos al compás de la pasión de la escritora.
Almudena Grandes es tan cercana que parece susurrarte al corazón cada latido de sus personajes, que parece ponerte ante tus mismos ojos las miradas y los sentimientos de todos los que desfilan para hacerte temblar. Mucho respeto, mucha admiración me produce ésta escritora y muchas ganas de leer su tercer episodio.

Os dejo un párrafo de “El lector de Julio Verne” :

“ No era la primera vez que me hablaba como si tuviera el don de leer mis pensamientos, pero yo estaba seguro de que ninguna cosa que me dijera aquella tarde podría convencerme. Estuve a punto de decírselo en voz alta, de pedirle que me dejara en paz, porque mi padre había matado por la espalda a Pesetilla y eso ya no tenía remedio. La verdad es también lo que ha sucedido aunque nos guste tan poco que habríamos dado cualquier cosa por haberlo podido evitar. Yo habría dado cualquier cosa por evitar aquella muerte, pero no existía ningún remedio, ninguna solución a mi alcance, y solo un camino para mí.
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Tenía que aprender a pensar, a hablar, a llamar las cosas con otros nombres. Tenía que aprender que un guardia civil llamado Antonino Pérez se había limitado a aplicar la ley de fugas a un delincuente que pretendía escapar, y que su hijo Elías se había fugado al monte después de faltarle al respeto al maestro, porque no era más que otro delincuente. Tenía que aprender que eran delincuentes las mujeres que vendían huevos de recova, delincuentes las que lo compraban, y delincuentes los vecinos que cogían es parto en el monte, los que hacían pleita, los que traficaban con ella sabiendo que estaba prohibido. Solo así podría aprender después que Cencerro había sido un delincuente, aunque fuera el hombre más listo, el más fuerte, el más valiente al que había llegado a admirar en su vida un idiota como yo, y que delincuente había sido su mujer por quererle, por acostarse con él, por decir la verdad y que el hijo que estaba esperando era suyo. Delincuentes eran sus amigos, sus vecinos por ampararle, delincuentes los taberneros que fingían haber perdido los billetes con su firma cuando se los pedía la Guardia Civil, delincuente Cuelloduro por pagar una ronda cada vez que aparecían, y delincuentes sus parroquianos por aceptarla mientras cantaban a coro La vaca lechera. Fernanda la pesetilla era una delincuente por no haber querido entregar a su marido, su madre, otra delincuente por ir vestida de luto y colgar sus ropas en el balcón cada vez que mataban a un bandolero, y ellos, los hombres del monte, más delincuentes que nadie, delincuentes hasta cuando un requeté bailaba encima de sus cadáveres. Todo eso tenía que aprender yo, todo eso tenía que meterme para siempre en la cabeza, y que los chivatos eran ciudadanos ejemplares, los traidores, ejemplares partidarios de la legalidad, los cobardes, personas tranquilas y honestas, amigas de la paz y el orden, todo eso tenía que pensar aunque no lo entendiera, aunque no lo sintiera, aunque me repugnara pensarlo, y que la verdad es sólola parte de la verdad que nos conviene, y como ningún libro iba a querer enseñarme esa clase de cosas, también tendría que dejar de leer.”


Lectura imprescindible ;o)

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