I don´t like Mondays. El guardián entre el centeno.

Esta canción de Bob Geldof, inspirada en el tiroteo a un colegio de San Diego en 1979 por una adolescente, y el suceso similar ocurrido en Barcelona, el lunes 20 de abril, me han hecho recordar el gorro de caza de Holden Caulfield. J.D. Salinger, el más enigmático de los escritores del siglo XX, publicó en 1951 la novela El Guardián entre el Centeno (The Catcher in the Rye), en la que su protagonista, el adolescente Holden, que también aparece en otras obras del autor, cuenta en primera persona sus andanzas por Nueva York tras haber sido expulsado del último de sus colegios.

Cuando preguntaron a Brenda Ann Spencer, la chica de la canción escrita por Geldof, por qué había disparado, encogiéndose de hombros respondió que no le gustaban los lunes. ¿Tampoco le gustan los lunes al muchacho que irrumpió en el instituto barcelonés? Quizás ambos tuviesen en común un gorro de caza, aunque no fuera rojo como el de Holden, o puede que un guante de béisbol con poemas escritos en tinta verde.

El lunes, de repente, con la canción y el suceso, me cayó encima la soledad de Holden. Pensé en su miedo a crecer, en su carácter difícil, en su conflictiva relación con el mundo. Me acordé de su interés obsesivo por los patos de Central Park, y en mi ensoñación literaria lo vi agarrando con fuerza a un pequeño que corría en un campo de centeno, salvándolo del abismo.

El Guardián entre el Centeno nos recuerda el dolor de crecer, el paso inevitable de una infancia idealizada, en la que todo es pureza y autenticidad, a una adultez contemplada como hueca e hipócrita. Me conmueven profundamente los desesperados intentos de Holden por entender el mundo de los adultos, tan "phony" (su palabra favorita), repleto de “fantasmas”, al que se precipita sin remedio. Pienso también en todos los adolescentes que alguna vez se han sentido igual que Holden, en todas las épocas y en multitud de lugares, y me entran ganas de ser yo, no Guardiana sino Sherpa, dando la mano a los chicos en la difícil transición a la edad de los mayores.

Imagen: holden in the park (CC BY-NC-ND 2.0)
Fuente: Flickr – Galería de Carmela Alvarado
El gorro de caza rojo es uno más de los muchos símbolos presentes en la novela. Representa la soledad de Holden y su afán por aferrarse a una infancia que se escapa. Con este ridículo gorro Holden se siente único, protegido y seguro. Al mismo tiempo, un accesorio tan estrambótico y fuera de lugar lo señala como bicho raro, un friki en palabras actuales, etiqueta que refuerza aún más su muro de soledad.


Los clásicos lo son por algo, sin duda. Porque no pasan de moda, porque no son flor de un día. Permanecen siempre en el recuerdo, como dijo William Wordsworth de la belleza en su Oda a la inmortalidad. La angustia juvenil que siente Holden, su estresante confusión, la visión pesimista y cínica del mundo adulto, fueron sentimientos compartidos por toda una generación, la de los chicos crecidos durante la guerra fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Los mismos miedos y contradicciones que también atenazan a los Holden actuales, a quienes, sospecho, no les gustan los lunes.

Rocio Martinez Bocero. Biblioteca de la Universidad de Málaga.

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