La extremada delicadeza de la novela breve. Tres imprescindibles en el Día Internacional del Libro

Tengo un estante de mi biblioteca (la verdad, que no demasiado extenso) dedicado a aquellos libros que, según mi parecer, merecen una segunda (o tercera) lectura. Por el momento en que los leí, por las emociones que me despertaron, por su incuestionable maestría… Allí duerme el fascinante Bella del Señor, de Albert Cohen; la documentada historia de El nombre de la rosa, de Umberto Eco (luego popularizada por el cine); o el imprescindible Don Quijote.

Pero hay otro estante mucho más exclusivo (y por ello más reducido): el destinado a esas pequeñas obras maestras (llamadas novelas breves) que a mí me hubiera gustado escribir. Entre todas, el mejor lugar la tienen tres títulos/joyas que siempre me acompañan: Elogio de la madrastra, de Vargas Llosa; Seda, de Alejandro Baricco; y Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible, de Constance de Salm.

La lectura de Elogio de la madrastra, esa novelita (por lo breve) de Vargas Llosa casi nunca citada por la crítica, no solo proporciona un soplo de aire fresco y limpio (tan viciado ahora por el buenismo de lo políticamente correcto) sino que también constituye un auténtico ejercicio de inteligencia. Su protagonista, un niño de lo más demoníaco (como siempre son los niños) forma ya parte de esa galería de personajes que nos resultan tan atrayentes como repulsivos.

Alejandro Baricco, maestro de lo breve, escribió con Seda su mejor novela. La historia que la sostiene es tan sutil y hermosa como su propio título. Y el final, de manera paradójica, tan inesperado como lógico. Y además, es tan breve, ceñida y esencial que puede leerse cien veces sin que se agote.
Pero mi preferida, por ahora, son esas Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible, una deliciosa novela escrita por Constance de Salm a principios del siglo XIX y que narra de forma epistolar la historia/histeria de una mujer comida por la desconfianza y los celos. Un análisis tan finísimo de la inseguridad humana que no puede sino estremecer. Gracias a dios, el final feliz suaviza la enorme desazón creada por sus breves páginas. 

Tres novelas, tres joyas, que merecen todas las lecturas posibles. Pero que son también tan sutiles que para acercarse a ellas hay que hacer primero propósito de  extrema delicadeza.

Antonio Aguilar. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, Doctor en Filología Hispánica y Profesor Colaborador Honorario de la Universidad de Málaga. Dramaturgo y poeta, puedes leer además, las otras reseñas que ha tenido a bien cedernos. Puedes encontrar el Elogio de la Madrastra, Seda y Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible en nuestra Biblioteca, porque las recomendaciones de Antonio Aguilar merecen la pena..

Comentarios

Entradas populares