La colmena. Camilo José Cela

Madrid es un microcosmos de cuatro calles: largas vías que recorren la ciudad y que se prolongan hasta recorrer casi toda la geografía de la capital. Largas como un día sin pan de la postguerra, cualquiera de sus rincones, en cualquiera de sus barrios es el escenario para observar las vidas quienes viven y malviven Madrid. 

Unos días bastan. Tres días en los que atravesamos portales, subimos escaleras y entramos por las puertas de las casas, de burdeles y casas de tolerancia. Así se descubren las vidas privadas que se esconden (no del todo) de la curiosidad de los vecinos; muy distinta de la que se exhibe durante la merienda en un café, o en las reuniones de señoras. Se descubre también la vida de los que tienen algo que ocultar, que viven la larga noche madrileña y terminan con una copa y unas posturitas en un billar.

Madrid es un microcosmos de cuatro calles. Por Alcalá, Las Ventas y Hortaleza se desplazan, en ajetreo febril, las abejas humanas que forman la inmensa colmena: no se conocen, pero cuando vamos seguimos sus pasos vemos cómo se cruzan, como casi se tocan: tan cerca y tan lejos, los unos de los otros. Los vivientes y los supervivientes de la inhumana ciudad.

Seis capítulos y tres días son suficientes para retratar con gran fidelidad el Madrid de la postguerra: inmenso asilo de los que buscaban una salida tras la guerra. Con más de trescientos personajes, su mayor atractivo son las historias pequeñas de personas corrientes cuya principal gesta es lograr superar el día a día sin morir del todo de hambre. Una obra maestra de un autor con un Nobel, odiada y amada (como todas las de Cela, y como su mismo autor). Yo estoy entre los últimos, entre quienes la aman, y vuelvo a ella con frecuencia sin cansarme: siempre hay un pasaje nuevo que no recordaba. Es por eso que la recomiendo esta semana.

Ya sabes, en la Biblioteca está.

Remedios Herrera Gutiérrez. Servicios al usuario

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