LOS ECOS DE LA MEMORIA. Acerca de Trípticos inmortales, de Inés María Guzmán (Puerta del Mar, 2016)

No resulta fácil que un poeta publique un libro de poemas al año. Más difícil todavía es que coincidan dos poemarios en el mismo año. Y eso es lo que ha ocurrido con la poeta Inés María Guzmán en 2016. Después de recibir el I Premio Literario Ana María Hidalgo de Poesía Escrita por Mujeres por La visita (Madrid, Endymion, 2016), la poeta acaba de sacar a la luz otro nuevo poemario, Trípticos inmortales (Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, Colección Puerta del Mar, 2016), señal inequívoca de que hay detrás un trabajo sólido y continuado.

Trípticos inmortales, cuyo título nos evoca la tradición de las imágenes religiosas, se abre con una acertada introducción de Francisco Ruiz Noguera, que no solo sitúa el texto en las coordenadas personales de su autora, sino que también se abre a reflexiones más generales acerca de la poesía y su escritura. Tal y como anuncia el título, el poemario está compuesto por 11 trípticos (un total de 33 poemas) en los que se alternan textos de contenido “casi” religioso (que muchas veces trascienden lo puramente doctrinal y acaban rozando las reflexiones metafísicas) con otros más “mundanos”. 

Entre los trípticos de contenido religioso destacan “Los enemigos del hombre” y “Virtudes Teologales” (ya Inés María Guzmán había publicado en 2002 un curioso libro de contenido épico-religioso, El águila en el tabernáculo, que, dicho sea de paso,  necesita una revisión crítica por su singularidad temática en el conjunto de la poesía española contemporánea), pero sobre todos ellos sobresale el “Tríptico de los Ángeles” (“Caído”, “Vengador” e “Ignorado”), tres poemas en los que la poeta se sumerge en el aspecto más oscuro de las criaturas celestiales para acercarlas al hombre y, de paso, reflexionar sobre la difícil condición humana (un tema, el de los ángeles, que ya Inés María Guzmán había tocado en Por la escala de Jacob, libro publicado en 2002): “Hay un ángel oculto en cada hombre, / ángel que duerme la ira y que plegando / sus alas, sus seis alas de plumas plateadas, / se cobija en el fondo de lo oculto.”

“Tríptico de Talía”, dedicado al teatro, es ya un poema profano y fruto de la pasión de la poeta por la interpretación (como queda reflejado en otro poemario anterior, Acto segundo escena cuarta: mujer sola, publicado en 2009) cuyos títulos individuales, “Voz”, “Expresión corporal” e “Interpretación”, nos remiten al fingimiento, la base sobre la que se asienta el espectáculo teatral: “La recuperación de la belleza, / el reino de las artes. Risa, tragedia, llanto. / Posesión de los sueños. Dominio del instante / donde el espacio se inunda de ternuras.” También profano es el tríptico dedicado al amor y titulado expresivamente “Tríptico de Afrodita”, donde, en la estela de San Juan de la Cruz, la poeta realiza un emotivo recorrido por las tres etapas clásicas de cualquier historia de amor: ilusión, consumación y olvido: “¡Oh rosa de los vientos, / arena, lluvia, luz, / volcán en erupción!

Mención especial merecen los tres poemas que componen el tríptico titulado “Dolor”, ya que los poemas elegíacos (una manera de dar salida al dolor provocado por la pérdida) son determinantes en la bibliografía de Inés María Guzmán. (Hasta tres poemarios elegíacos podemos encontrar a lo largo de su trayectoria poética: Hace ya tiempo que no sé de ti (2000), Impertinente Eros (2003) y El violín debajo de la cama (2012). Los títulos de cada uno de los poemas que componen este tríptico, “Memoria de mis días”, “Las hojas de este libro” y “El dolor”, no son sino las secuencias, casi cinematográficas, del camino que lleva al dolor: la memoria que nos ata, el recuerdo que llega sin ser invitado y la punzada, resultado final: “Y yo bebo mis lágrimas a sorbos / frente al lugar vacío, / en este veintidós de un mayo triste, / acallando señales por toda la cocina.”

Y es que la obra poética de Inés María Guzmán está tan fuertemente entrelazada que sus ecos, como la música del órgano en una iglesia vacía, van dispersándose y confluyendo a lo largo de toda su trayectoria: “Me asomo a los espejos del pasado, / y siempre la esperanza, / como sangre que fluye, que se expande, / que inunda, se derrama en racimos / por mi vida.”

Antonio Aguilar. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, Doctor en Filología Hispánica y Profesor Colaborador Honorario de la Universidad de Málaga. Dramaturgo y poeta... nos trae de vuelta a Inés María Guzmán. Para no perdérsela.

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