Los monstruos de mamá, de Sonia García Soubrie

Sonia García Soubriet. Nacida en Tomelloso, en 1957. Estudió en el Liceo Francés de Madrid, y se licenció en filología francesa en la Universidad Complutense. Ha sido lectora de español en Aix-en-Provence, profesora de lengua y literatura en Oxford y en la Universidad de Castilla-La Mancha. Actualmente trabaja como profesora de francés y español para extranjeros.
Posee una amplia obra literaria, de la que ahora hablaremos, pero, paralela a su obra de ficción, realiza desde hace años una labor de investigación sobre la obra de su padre el escritor Francisco García Pavón y del escritor tangerino Ángel Vázquez.

La aparición de un nuevo libro de Sonia García Soubriet, es siempre una buena ocasión para releer su obra anterior. Una ocupación, además, tremendamente placentera, tratándose de una obra tan preciosista como es la de la autora de estas páginas, que ya nos viene conquistando desde sus primeras novelas (La otra Sonia, Bruna, el correo prodigioso), o los cuentos publicados en La desesperación del león y otras historias de la india, o en los volúmenes que ha compartido con otros escritores.
Si seguimos el orden de publicación de su obra, desde 1987 hasta la actualidad, podríamos caer en la tentación de hablar de novelas de juventud y novelas de madurez. Pero no, la obra de Sonia forma un todo, un corpus completo donde el tiempo juega un papel esencial.
Cuando empiezas a leer un relato, una novela, y lo lees con la visión de los que, de una forma u otra, intentamos dedicarnos a esto de la literatura, lo primero que buscas es eso que hace que la literatura sea literatura, y no uno de sus sucedáneos. En ocasiones lo encontramos, y en otras no. En Sonia sucede que lo encuentras desde el principio. Bastan dos párrafos para decirte: ¡Pero que bien escribe! Y eso mismo, esa cosa de escribir bien, tan difícil de definir, consiste en esa coherencia de las frases, de los párrafos, de los sustantivos y su adjetivación, de la verbalidad y la cadencia, del ritmo, de la descripción… Algo que, en la obra de Sonia, recorre las páginas de cada uno de sus volúmenes, desde la primera página hasta el punto final.
El libro que ahora nos presenta, bajo el título Los monstruos de mamá, incluye dos novelas breves, Los monstruos de mamá y Vida secreta de la tía Soraya, en las que la autora vuelve al territorio de la memoria personal, de la infancia y la adolescencia. Pero hablar de cada una de ellas por separado no parece la mejor opción. El estilo personalísimo de Sonia, hace que gran parte de su obra, la formada por sus novelas, forme un solo cuerpo con unas características comunes. Una especia de búsqueda del tiempo perdido Proustiana.
Ahora que tan de moda está la expresión Memoria Histórica (lo íntimo, lo privado que es la memoria, frente al conocimiento y la explicación de los hechos, que es la historia), y partiendo de los dos términos que la componen, al igual que hablamos de literatura histórica, en este caso podríamos hablar de Literatura Memorística. Nuestra biografía, la biografía de cualquiera, se construye a base de sensaciones, sensaciones que Sonia sabe transmitir en su escritura, haciendo de ella una prosa tremendamente sensorial.
La literatura de Sonia García Soubriet, podría adjetivarse, también, de intimista. Sin embargo, creo que quien escribe sobre su intimidad, de algún modo la traiciona, pues lo íntimo es aquello que no deseamos compartir con nadie o, en todo caso, tan sólo con unos pocos. La literatura, sin embargo, nos hace compartir la vida con todos, desnudarnos ante el mundo. Esa desnudez, en ocasiones algo impúdica, salpica cada página de este libro. En las dos novelas, el poder evocador de las descripciones consigue que, mientras te sumerges en su lectura, te empapes de los ambientes magníficamente recreados. Ambientes familiares, fundamentalmente, comunes seguramente, por edad, por historia y por geografías, a muchos de sus posibles lectores.
En esa descripción evocadora, juega un papel fundamental el más evocador de los sentidos: el olfato. Los aromas, los olores, aparecen continuamente en las novelas de Sonia. Y también la luz. Siempre la luz. Una luz tan intensa, casi dolorosa, que es necesario tamizar, inunda las estancias siempre a través de cortinas, persianas, contraventanas, donde los rayos de luz se convierten en dedos que acarician.
Y todas esas sensaciones, para introducirnos, sumergirnos, en una vida circular. La vida circular que se repite de una estación a otra, mientras se van sucediendo las mismas cosas, hasta hacernos creer que las hojas que caen de los plátanos de la Plaza de Paris son las mismas de un año a otro. Como circular es también la geografía de Sonia, en un eterno transitar Madrid-La Playa-Tomelloso-Madrid… Ese Madrid recreado de hace ya tiempo, un Madrid todavía castizo, que se nos antoja un tanto galdosiano, en este año de celebración del centenario.
Como circular es también el amor. El amor posible o imposible del mozo Quintín, que la madre y confidente alienta parar hacer posible al menos un instante de felicidad. O el amor de la Tía Soraya, que es la razón de la segunda novela, y que es la razón de todo. De todo lo que compone la rememoración de aquello que procede del origen y a él nos hace retornar: el pueblo, la fábrica de muebles El Infierno, la casa de la calle Doña Crisanta, las casas madrileñas donde vive la familia…
Y, por supuesto, los personajes, que habitan el tiempo y el espacio de toda esta literatura singular, configurando un riquísimo universo de matices sensoriales y narrativos, que te mantienen sumergido en la lectura de la última obra editada por Almud, con todo ese cuidado y buen hacer al que el editor nos tiene acostumbrados. 

Antonio Galán Gall. Biblioteca de la Universidad de Castilla-La Mancha

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