ELLAS Cristina Galán Rubio: Territorio de la herida. Poesía reunida


Territorio de la herida es el hermoso (y dolorido) título del poemario en el que la profesora de Ciencias Biológicas y activista por la igualdad de género y la coeducación, Cristina Galán Rubio, acaba de reunir los cuatro títulos esenciales de su amplia trayectoria poética: Primaveras del cuarto oscuro (Poemas 1968-80), El abismo luminoso (Poemas 1980-2000), Signos contra el silencio (Poemas 2015-2016) y Paisaje habitado (Poemas 2014-2019). El primero ya había sido publicado, aunque de forma local, en 1984; el segundo, que data de 2003, está prácticamente rehecho; y los dos últimos ven la luz ahora por primera vez.

 Quizás la mejor introducción a su lectura sea la que la propia autora realiza en las palabras previas que abren el libro, sobre todo por la muy ilustrativa anécdota de su detención (y multa) el mismo día de su estreno como poeta cuando apenas había cumplido los diecisiete años. El retrato de la pacata e hipócrita sociedad de la España de la época resulta demoledor, pero queda compensado por la ingenua y valiente personalidad de la jovencísima autora.

Este conjunto de poemarios de épocas tan diversas (su recorrido temporal sobrepasa el medio siglo) puede servir al lector actual como ejemplo de la trayectoria vital de una mujer que se siente perdida, personal y socialmente, por no encontrar su sitio en el mundo y que acaba por refugiarse en la ambigüedad del lenguaje para tratar de poner orden (y claridad) en el caos de la vida. Para comprender el tono del libro pueden servirnos dos imágenes poderosas y terribles: la que abre el libro, “Tu cabeza tronchada sobre la mesa / recoge el otoño del mundo”, y la que encierra la reflexión comprendida en los últimos versos del poemario, escritos casi medio siglo después: “Condenaron nuestro tiempo / promulgaron sentencias colectivas, / muerte en vida, a garrote, por asfixia”.

El deseo que no se atreve a decir su nombre es el protagonista esencial del grito liberador contenido en la segunda parte del libro, El abismo luminoso, cuyo poema más directo y confesional yace encerrado, paradójica y simbólicamente, en la cárcel metafórica de los catorce barrotes del soneto: “Salió el amor al borde del camino / e iluminó mi vida sin aviso. / Pasó de normas, géneros, permisos, / imponiendo su ley a mi destino”. Aunque el poema más incómodo, y valiente, probablemente sea “Autorretrato”, espejo inmisericorde en el que la poeta refleja al animal que todos llevamos dentro (y que en última instancia es lo que nos hace formar parte del orden del universo); el hombre, la mujer, quedan así reducidos a lo más esencial, simples mamíferos que vagan por la vida añorando el mítico paraíso perdido: el de la obediencia ciega a los instintos más elementales, sin añadidos culturales, “¿Quién soy yo?, me pregunto, sintiéndome feliz, / al lado de las fieras y las monas peludas / que me acogen, me besan o me espulgan”.

La muerte y la ausencia son los temas fundamentales de Signos contra el silencio, el apartado más íntimo y doloroso: “Crece la parca en tu cintura, / te rodea, te deshace en sus anillos, / como una anaconda voraz. // Como un pájaro sin alas, / veo caer el árbol que mantuvo / mi nido, y reclamo clemencia”. En otro poema, la poeta se vale de una cita de Gamoneda, “Es horrible ser dos inútilmente”, para escribir sus versos más hermosos y desoladores: “El amanecer –látigo de luz golpeó / mis ojos con mano de hielo”.

Con Paisaje habitado, última parte del poemario, Cristina Galán viaja del yo al nosotros en una forma de poesía social, alineada con lo que luego se ha llamado “humanismo solidario”, en la que la fraternidad con los más débiles, casi siempre en femenino, se convierte en el eje axial de los textos (el prólogo del libro está firmado por María Antonia García de León, autora de combativos títulos de feminismo militante); se suceden así nombres de mujeres, anónimas o conocidas (Mónica, asesinada en el bosque, la pianista Yuja Wang, Lilith, Helena de Troya, la atleta de color Rafaela Silva o la refugiada Yusra Mardini), convertidas en protagonistas absolutas de cada uno de los poemas. El libro, significativamente, viene precedido por un texto que es toda una declaración de intenciones, el poema titulado “Ellas”, en cuyos versos finales, de estudiada ambigüedad, la poeta confiesa: “Yo –pájaro ciego las amo en secreto”.

Pero quizás mi personaje preferido sea la protagonista del poema titulado “En el autobús”, una mujer que resume y sintetiza en sí misma a todas las mujeres (incluida la propia poeta). Con mínimos elementos formales, Cristina Galán ha sido capaz de suscitar un caudal de emociones tan doloroso como esperanzador: “¡Ahí va una mujer feliz! / (Pese al dolor del tiempo, a sus heridas)”

Descubrir la verdad de la mujer es la propuesta poética de Cristina Galán Rubio que hoy nos trae Antonio Aguilar. Una apuesta por el verso en femenino al que tanto, tanto, le queda por decir. Para no perderse ni una coma: Territorio de la herida. Poesía reunida (1968-2019) de Cristina Galán Rubio. Madrid, Pigmalión, 2019

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