Leído en otros blogs. "UN ANDAR POR EL CLAROSCURO", de Víctor M. Pérez Benítez

Estamos muy orgullosas de traer esta semana el último libro de nuestro querido colaborador Siroco presentado por José-Luis Ortiz Rodríguez. Disfruta del comentario de Un andar por el claroscuro (que puedes encontrar también en el blog de Siroco) y sobre todo, de su lectura. Gracias, amigo, por tus palabras.

Al margen y al claroscuro. Interrogación y exégesis. Glosa y variaciones. Caminar, pasear sin rumbo fijo  de la mano de la literatura. Observar. Reflexionar. Emocionarse. Comprometerse con la literatura o la vida en claroscuro, deteniéndose en la penumbra, en aquello que el autor denomina frontera, territorio fronterizo.

En «El oficio de escribir», texto que encabeza el libro, escribe al margen de Antonio Muñoz Molina:

Es en esa capacidad de transformar la realidad para convertirla en río de conciencia, un fluir de palabras con maestría y sin miedo, donde me reconozco y me hallo. Siento mi destino unido íntimamente al quehacer diario de la escritura.

Una escritura cuyo ideal define el autor en los siguientes términos: «precisión, brevedad y claridad». Y, más adelante, en «La creación artística, un valor universal», a propósito de esta, afirma:

Más allá de lo imaginable, se despiertan en las pupilas del creador imágenes y palabras que estaban en la mente sin aún plasmarse en realidad hasta el momento mismo del acto creativo.

Las reflexiones sobre la literatura y el proceso de la escritura vertebran todo el libro, en el que se entrelazan y se llaman continuamente entre sí textos breves y atractivos, de no más de una página. En Pérez Benítez, la literatura se hace vivencia, le acompaña en su viaje «por un mar tormentoso», pues, como dice el autor, «la soledad sonora que me brindan mis escritores es la tabla de salvación de mi vida». De este modo, a partir de Brecht y Chaves Nogales reflexiona sobre el problema de la verdad; para hablar de la envidia, acude a Lope y al Quijote; enlaza a Rilke y Romero Márquez con el diestro Curro Romero; concibe la literatura de ciencia ficción a la luz del humanismo; relaciona un resfriado inoportuno con Pessoa, una visita a una tienda de chinos –puro ingenio- con Orwell y Joseph Conrad, o la belleza exquisita de Úbeda con –inevitablemente- Muñoz Molina. El maestro Borges es piedra angular de varias reflexiones: sobre el placer de la lectura y el acto de civismo que comporta, sobre ese «faro de luz» que son las bibliotecas, sobre las «torres» y «murallas» que levanta una colección de libros, sobre la sutil relación entre libros y sueños. Pues, en definitiva, como señala el autor, «la realidad y la literatura se conectan, se nutren una de otra».

Un libro, El sexTo animal, de Luis Eduardo Aute, le inspira un diálogo genial con el maestro, titulado «Con el sexTo sentido», diálogo dividido en quince fragmentos breves. En el octavo, por ejemplo, escribe Aute:

¿NEGOCIO FUNERARIO?

No todas las tumbas

son para toda la vida.

A lo que replica Pérez Benítez:

OCIO SIN NEGOCIO

Cierto, maestro, aunque

¡qué bien se ve siempre

la vida tumbado!

Celebración de la amistad –tema recurrente en esta obra-, como también del humor, de la poesía («cumbre de la literatura»), del arte (preciosas páginas dedicadas a Dámaso Ruano, Kapoor o Francisco Selva) o del pensamiento científico, el cual, en el caso del autor, va frecuentemente unido a su creación literaria (véase su «Biopoema A-T G-C», que cierra el libro).

Un aliento lírico, de principio a fin, lo recorre, con un afán de belleza siempre presente, como en las «Diez reflexiones en el jardín de los pensamientos», secuencia de poéticos aforismos. Así dice el segundo de ellos:

En la mañana, las pisadas solo levantan el polvo, nunca sus frutos.

Cuando el cielo de la mañana extravía su última estrella, la flor llora en la sequedad con la pérdida de la última gota de rocío.

Aspiración a la belleza que el autor describe espléndidamente en «La intención poética de dibujar la belleza», donde se concentran la tríada mágica antes señalada, precisión, brevedad y claridad:

Extraer el néctar íntimo de la realidad para luego alejarse y, de la manera más justa y precisa, en un delicado y poderoso equilibrio entre la emoción y la contención, dibujar con la realidad poética, desde un elevado plano a ras de tierra y acariciando la piel suave de la verdad, la descripción de la belleza.

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