Leído en otros blogs. El afinador de pianos, de Daniel Mason
José María Moncada, de la Biblioteca Pública de Pedregalejo Bernabé Fernández Canivell nos trae este mes una historia de un viaje inesperado que cambia la perspectiva del viajero. Una experiencia de lectura que queremos compartir con vosotros desde la Biblioteca de la Universidad y desde las Bibliotecas Públicas, en las que también podrás encontrar este magnífico libro.
Todos y cada uno de nosotros hemos esperado alguna vez, aunque fuera secretamente, que diera un vuelco nuestra vida para poder encontrar algo diferente a lo establecido en nuestra cotidianidad. Algo que nos enseñara que la vida es la percepción de matices profundos que le den sentido, matices que normalmente no percibimos por lo limitado de nuestro entorno o por el estilo de vida que llevamos. En la lectura de esta obra encontraremos a alguien que en apariencia lleva una vida cómoda, organizada y feliz pero que termina encontrando en otras latitudes la alegría de vivir y el sosiego del alma a través de un viaje interior y del descubrimiento del despertar de la sensibilidad que los sentidos le pueden proporcionar.
Edgar Drake, apacible y reputado afinador de pianos de Londres, es conminado a aceptar un encargo muy especial: el mando militar británico le pide que viaje a Birmania, en concreto a una zona fronteriza conflictiva, con la misión de afinar un piano que para el comandante de ese puesto militar es importantísimo. El viaje que inicia entonces es, en parte, un viaje iniciático e interior en el que todo cambiará para él. La visión de otras culturas y la contraposición de éstas con la suya (la dominante en este caso) le harán cuestionarse sus propios valores. La recreación de estas culturas por parte del lector hará que éste abra su mente y se plantee, entre otras cosas, la búsqueda de la belleza en los lugares más inesperados, en todo tipo de gente y condición, en cualquier relato escuchado en una plaza, en la sonrisa de un muchacho vivaz y desconocido; la belleza en definitiva de la magia de las historias reales y ficticias que pululan por el sudeste asiático. En las experiencias que va acumulando en el viaje el protagonista va transformando su espíritu a la par que despertando a los sentidos: una nueva luz y unos nuevos matices de colores, nuevos sonidos de idiomas exóticos. Se adentra en una nueva percepción del mundo al abrir los sentidos adormecidos. Entre las nuevas sensaciones que va percibiendo se encuentran las más primarias: el amor y la sensualidad, el miedo más atroz a la guerra y al dolor, la dulzura hacia los niños, y todo lo que nos hace poseer la condición de humano. Pero ha de ser el amor y la sensualidad las sensaciones que más le afecten en su estado de ánimo y en el planteamiento de su ética personal. Una nativa birmana será la que desencadene de forma sutil y progresiva el deseo de percibir la vida con un éxtasis y una serenidad hasta ahora desconocidos para él. Hasta entonces nuestro protagonista se sentía un mero espectador de la vida (exceptuando su parcela sensible de amor a la música). En un lugar que invita a vivir con serenidad una existencia placentera se interpone la naturaleza de su misión: la de llegar a través de un territorio en guerra a un campamento militar fronterizo y poder afinar el piano de un extraño y pintoresco comandante británico, cuya eficacia apaciguadora es tan grande como singular su concepción de la vida, más aún en su condición de militar colonizador. No hay nada más chocante que pedir un piano para apaciguar una frontera en guerra.
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A nuestro protagonista le impacta lo singular del personaje comandante del fuerte fronterizo (Anthony Carroll), ambiguo y especial, del que hasta el final se dudará si es un traidor o un ser humano excepcional y pragmático que intenta solucionar los problemas reales de la gente del país ocupado más que actuar a favor de los intereses coloniales y económicos de su gobierno como lo haría cualquier oficial de un ejército invasor. Lo bueno de esta duda es que quizás sea las dos o ninguna. Lo bueno de las personas es quizás su ambigüedad aunque hayan tomado partido por una causa o por una persona. Está en nuestra naturaleza.
El libro es más una novela de sensaciones y pequeñas visiones que un estudio en profundidad de personajes o cuestiones importantes, pero quizás aquí está su virtud: insinúa las cosas en vez de comentarlas abiertamente, desgrana sensaciones en vez de explicarlas. Hace percibir la vida con otro sentido del tiempo y de la belleza; es por tanto un paseo por otra forma de conocernos y quizás de sentir al mundo y a los demás.
las reseñas de José María Moncada siempre nos atraen por su manera suave y cercana, la sencillez hace desgranar sensaciones como las de éste libro que parece tan atractivo por ser una forma de acercarse a otras culturas y a la apreciación de la belleza (que tal vez no esté tan lejos y no sepamos apreciarla en su dimensión adecuada). Solo un pero: la biblioteca de Pedregalejo se llama Bernabé Fernández Canivell y no Jorge Luis Borges.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo en que las reseñas de José María Moncada son muy atrayentes y sin duda logran hacer lectores. Nos encanta leerlas y publicarlas, y en La mar de lecturas estamos muy orgullosos de la enorme calidad de nuestros colaboradores. Gracias, además, por puntualizar el nombre de la Biblioteca. Ya está corregido ese dato en esta reseña, y en breves instantes lo estará en todas las demás: teníamos mal ese dato y estábamos creando confusión. Gracias de nuevo.
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