Una historia violenta. De vuelta a la infancia con Antonio Soler


Tras leer ‘Las bailarinas muertas’ me planteé a corto plazo enfrentarme a ‘El camino de los ingleses’. Sin embargo, ahora que casi cuatro años después se me presentaba la oportunidad de volver a Antonio Soler, decidí apartarme de esa vertiente quizá un poco más comercial dentro de su narrativa, en favor de esta otra novela publicada en 2013 por Galaxia Gutenberg, ‘Una historia violenta’, que me pareció atractiva en principio por el título y por el diseño de la portada, a pesar de no ser (al menos de momento) de sus obras más reconocidas.

De entrada, el reencuentro con Antonio Soler es un reencuentro con la literatura en el más estricto sentido de la palabra. Inmersos en una vorágine de superventas y de libros de famosos, que son los que, por unas circunstancias o por otras, con mayor frecuencia acaban cayendo en nuestras manos, el hecho de escribir bien parece no ser necesario ya en nuestros días para contar cosas. Pero aquí está Antonio Soler, como muchos otros autores, para recordarnos que sí, que aún es posible componer de forma limpia y pura, con una prosa estructurada, narrativa, llena de imágenes descriptivas y representativas, según toque, y con un gran sentido filológico, porque sin duda una de las claves para poder escribir bien es conocer en profundidad el idioma en el que se escribe. Y que además de ser posible, es bastante oportuno que haya quien dedique su tiempo a hacerlo.
“El protagonista es un niño asombrado”, leemos en la primera frase de la contraportada. En realidad son tres, si bien uno de ellos, cuyo nombre desconocemos, ejerce de narrador en primera persona. Nos situamos en la calle Lanuza, una de las que actualmente comunica la calle Eugenio Gross con la calle Pelayo. Y nos sumergimos, por medio de una acción no lineal, en una Málaga antigua (finales de los sesenta, principios de los setenta quizá), clásica, con casas bajas en una acera y bloques altos en la otra. En esta calle conviven tres familias: la del protagonista, la de Mauri, y la de Ernestito Galiana, diferentes entre sí pero condenadas a entenderse en un contexto de peleas, de heridas y de veneno; son estas tres las palabras que el autor ha escogido para identificar los tres grandes capítulos en los que ha fraccionado las 262 páginas de esta historia violenta (y lo es) con la que nos obsequia.
Porque estamos ante un obsequio que cada lector debe descubrir por sí mismo. Las semejanzas de propósito con ‘Las bailarinas muertas’, y con la mayoría de obras que componen la extensa bibliografía de este flamante doctor honoris causa, son evidentes. Cada recuerdo del niño protagonista es una propuesta para que cada uno de nosotros, nos hayamos criado en Málaga o no (y lo hayamos hecho en la misma década que Antonio, en la de antes o en la de después) rememoremos nuestros propios recuerdos. Cada nuevo personaje que se nos presenta mediante esa visión infantil (por fuerza fragmentaria y subjetiva) es una invitación a que cada uno de nosotros nos acordemos de hombres y mujeres que condicionaron de una u otra forma nuestra niñez. Cada enfrentamiento del niño protagonista con sus miedos es una llamada que se nos hace a cada uno de nosotros para que, individualmente, los desafiemos… Cada uno de nosotros, y esta es a mi entender la idea, al entrar en contacto con la obra, acabamos siendo de nuevo el niño o la niña que ya fuimos.
Así pues, estamos ante un reto literario apasionante al que hay que enfrentarse con tranquilidad e interés para salir vitalmente reforzado.

Paco Alba. Biblioteca.
Antonio Soler es ya un clásico. Y "Una historia violenta" está listo para que te lo leas.

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