Y MATARON A UN RUISEÑOR

Alonso Álvarez de Soria, ruiseñor del hampa : vida en literatura de un barroco marginal, de José Lara Garrido

Como dice un versillo del siempre triste y olvidado José Duspré «[…] nacen flores de entre la escoria» y es, en efecto, a menudo de esta guisa. Bien célebre es el ejemplo francés Las flores del mal, del puño desencantado de Charles Baudelaire. En este lance también nos hallamos ante una muestra de idéntico calibre: Alonso Álvarez de Soria, ruiseñor del hampa (vida en literatura de un barroco marginal). Este librito nos traslada de súbito a los albores de la Sevilla del siglo XVII —pleno Barroco— en el apogeo del largo Siglo de Oro español. Don José Lara Garrido (catedrático de literatura áurea en la Universidad de Málaga) reúne en esta breve antología toda la poesía encontrada y atribuida a Álvarez de Soria, un poeta marginal del hampa sevillana condenado a morir fatídicamente en la horca. Además, se recogen varios poemas que hablan de él, ya sea mal, ya sea bien.
Hemos de destacar que es la primera vez que esta acción se acomete de tal modo pues las recopilaciones anteriores a la de Lara Garrido resultan, por lo general, pobres, incompletas y, desde luego, faltas de anotaciones (realizadas con tan suma maestría y cuidado), siendo estas, empero, absolutamente precisas dado que

la anotación filológica «es tanto más necesaria cuanto mayor es la lejanía entre los ámbitos históricos y culturales en que están inmersos el lector y el texto… Las alusiones a personas y cosas, sucesos y costumbres, el juego con frases hechas vivas en su tiempo… reclaman una cuidadosa labor de interpretación de los sentidos literales y connotativos que permita el acceso a su complejidad, revelando las claves perdidas o difuminadas en la distancia» [Arellano: 1985, 6] (Lara Garrido, 1987: 82).

«Alonso Álvarez de Soria no es un desconocido. No lo es en forma absoluta al menos» (ibidem: 8), «[…] fue para sus contemporáneos “popular y trágica figura” [Pike: 1978, 206]» (ibidem: 11). Advertimos que, desgraciadamente, hoy por hoy este barroco marginal es casi un total ignoto para la mayoría del mundo hispánico y, sin embargo, en su época sí que gozó de cierta fama por unos u otros motivos.
Tanto es así que, si bien en el título se nos anuncia la vida de este Alonsillo a través de su literatura, una de las primeras cuestiones que descubrimos en la lectura de la obra es precisamente el caso contrario, la muerte del mismo recogida en un romance anónimo del cual podemos traer ahora a colación algún pasaje: «Eleuada esta Sevilla / toda la jente suspensa / concurren a la gran Plaza / de San Fran[cis]co con prisa, / porque oy lunes en la tarde / dizen que se representa / de alonso aluarez el brauo / la lastimosa trajedia. […] muy justo es que asi muera, / que mala uida mala m[uer]te te espera» (ibidem: 13-14). Me parece sobremanera interesante esta última y demoledora sentencia en base a su ejecución, ya que es fiel reflejo de las circunstancias del período, del lugar y del momento histórico en el que hemos de situarnos para alcanzar a comprender el texto. «El condenado se encuentra convertido en héroe y purificado […]» (ibidem: 15), pasa a ser una especie de mártir al perder su juventud, su vida, para toparse con su muerte.
De otra parte, el doctor Lara justifica su ensayo al subrayar que «desde la sublime atalaya de esa resurrección interior [“tres horas” quedan para la horca], Alonso Álvarez, el ruiseñor del hampa, estaba definitivamente muerto y su vida, su marginalidad, anidaba para siempre en la otra palabra [en la literatura]» (ibidem: 17). Funciona la lírica de Álvarez de Soria como una película y cada uno de los poemas es un fotograma de la misma, un retazo congelado mediante el cual podemos conocer un poco y analizar un mundo que nos queda lejano, que no nos pertenece.
Sabemos que el hampa era el consorcio de los maleantes de turno, el submundo del delito, es decir, los barrios bajos y los individuos que los conformaban. En ella se movían todo tipo de seres indeseables y repudiados, marginales, cómo no. En estos términos es una deducción bastante obvia pensar que Alonso debía de ser un buen elemento, mas al margen de sus probables actividades delictivas e indecorosas, es francamente indiscutible el hecho de su genialidad al leer sus escritos, llegando a ser él incluso el autor de la primera copla de pie quebrado oída en Sevilla. Según parece, debía de hacer gala este hombre de una lengua harto mordaz dado que en su ejecución —quizá sea realidad, quizá sea leyenda— pidió perdón no solo por las ofensas de sus manos, sino también por las de su lengua. Una disculpa, tal vez fingida, y una candonga, la postrera, a la par.
En lo tocante al estudio a cargo de la historia, sin duda el libro posee un gran valor puesto que «el conocimiento del mundo marginal [los groupes dangereux] de los siglos XVI y XVII sigue siendo bastante borroso y la vida de sus miembros se reduce al desfile más o menos fantaseado y repetitivo de “silhoutes fugitives que les archives nʼeclairent quʼimparfaitement” [Gutton: 1974, 48]» (ibidem: 27). Sin embargo, las letras de este joven sentenciado nos otorgan un suculento retrato del círculo hampesco y de los distintos grupos, marginados y marginales, que pululaban por ahí allá en la Edad Moderna unos cuatrocientos años atrás. De esta forma, somos capaces de moldear en nuestras mentes una idea aproximada de los más bajos estratos de la sociedad española del siglo XVII. Distingamos entonces algunos paradigmas ayudándonos de la tinta de Alonsillo.
En el hampa sevillana hallamos, en primera instancia, numerosos sujetos que han estado presos en una o varias ocasiones, truhanes y delincuentes por doquier. Nada más lejos, el propio Alonso Álvarez de Soria estuvo en la cárcel, pero este jamás pudo escapar de ella y volver a discurrir por el mundo ya que su siguiente paso fue el nudo de la soga. Durante su estancia en los calabozos aprovechó para mantener una divertida disputa poética (iniciada por el propio Alonso, hay que admitir) con Cristóbal Flores de Alderete empleando ambos sus sonetos a modo de fieras armas arrojadizas.
Esta cadena de sonetos va desde la página 59 hasta la página 74, ergo una buena porción de lo escrito por Álvarez de Soria fueron estas pullas y sátiras. Alonso a Cristóbal: «Cornudo cornudillo cornudete, / pues eres henbra en obra, y en palabra / llamate doña flor o doña cabra / y dejale a un doctor el alderete» (ibidem: 61). Cristóbal a Alonso: «Enemigos judios, maldizientes, / perdigados los mas en la ley vieja, / si teneis de mi vida alguna queja, / no penseis desquitaros entre dientes» (ibidem: 60). De nuevo Alonso a Cristóbal: «Hijo de un vinatero, y el casado / con una mujer noble pero puta / aunque la causa de esto no se inputa / sino al cabron que la ocasion ha dado // dejola a quinze dias desposado / y ella con golosina de la fruta / busco con quien holgarse a pierna enjuta / aunque otros dizen que el se lo a mandado» (ibidem: 66). Otra vez Cristóbal a Alonso: «Sy dize que su madre no fue mora / miente Alonsillo el tuerto y no lo entiende / y si su padre niega que desçiende / del pueblo ingrato que adoro la tora» (ibidem: 71). Como se observa fácilmente, ni el uno ni el otro escatimaban en insultos a la hora de versar.
Quisiera hacer justo aquí un pequeño paréntesis. Esta guerra de sonetos es el más puro ejemplo de la literatura como juego. Es posible que en el fondo ni siquiera se guardasen tanto odio, lo importante es el juego poético, el pasatiempo. Es como un ajedrez, sus agudos versos persiguen el jaque mate definitivo.
Cosa interesante son los insultos que se profieren mutuamente, en ellos podemos vislumbrar cuáles eran las causas de ofensa y burla en aquel tiempo. Vemos que uno de los flancos recurrentes es el asunto de la ascendencia, «[…] parece marcar la condición del vituperado […]» (ibidem: 99). Flores hace reiterada alusión a que el padre de Alonso era judío y su madre mora, hecho que, de ser real, en aquel momento resultaba en suma vergonzoso. Los judíos y los moros eran, junto a los gitanos, las dos grandes etnias marginadas de la época, por ello es que estos dos colectivos quedaban excluidos en las juderías y en las morerías respectivamente o, a sucedáneo de ellas, en microcosmos como el del hampa.
Origen en grado distinto se atribuía, por el contrario, Alonso a sí mismo en su complicado soneto de nombres bíblicos, a saber: «Yo soy un hombre que naci en Lamech / por la gracia del santo sabaoth / mi padre fue pariente de Naboth / my madre descendiente de Lamech» (ibidem: 49). Entretanto, Alonsillo no se queda atrás en la reyerta y también ataca a los progenitores de Flores. Al padre  de este lo llama vinatero; es claro que no podemos juzgar una época desde la perspectiva de otra, si bien actualmente tildar a alguien de vinatero no encierra mayor mal, en boca de este poeta y en aquella línea cronológica la palabra estaba cargada de mala intención «[…] pues a los vinateros se les acusaba, entre otras cosas, “de emplear como medidoras a mozas que se prostituían” [Herrero García: 1977, 100-10]» (ibidem: 99).
Mientras, a su madre la pone directamente de puta, insulto muy fuerte antes e insulto muy fuerte ahora. Evidentemente, las prostitutas eran cohabitantes del hampa y los burdeles se encontraban casi todos allí. A buen seguro nuestro Alonsillo hizo a lo largo de su vida uso y disfrute de estas mujeres. Es anecdótico resaltar que ya existían diferentes tarifas según la dama; no habiendo ningún estudio específico al respecto únicamente podemos afirmar que variaban a causa de sus encantos y cualidades. Sin embargo, sí que leemos un soneto anónimo que se ocupa amplia y socarronamente de la cuestión: «Dar un real a la dama es poco precio; /dos le dareis si es prenda conocida, / y tres quando conforme a estado y vida / darla quatro os parezca caso recio. // Quatro es el moderado y justo precio / mas si la prenda fuere tan subida / seis le dareis con tal que no os lo pida: / si la dierades mas, quedais por necio» (ibidem: 90).
En fin, para concluir me gustaría arrojar mi opinión personal. Sinceramente, la lectura me ha parecido deliciosa. No hablamos del tipo de libro que esperas leer en clase, es, nunca mejor dicho, una poesía muy marginal. Asimismo, me he divertido muchísimo con los poemas de Alonsillo Álvarez de Soria, ha sido tronchante, y he podido imaginarme su universo decadente de manera muy clara. Las notas de José Lara Garrido son, a mi entender, imprescindibles para una íntegra compresión y los preámbulos al texto poético en sí son sencillamente geniales, brillantes. El tratamiento que el autor realiza de los grupos sociales contenidos en la edición es sumamente detallado, todo aquello que resulta ambiguo por las circunstancias temporales es explicado concienzudamente. Además, no juzga a estos pobres diablos por sus comportamientos, sino que se toma como algo propio del tiempo y, sobre todo, del lugar. Hay que reconocer que el profesor Lara Garrido merece grato reconocimiento pues, por razones ya comentadas con anterioridad, esta tarea es sobremanera ardua y problemática.
También es interesante descubrir que el Barroco y el Siglo de Oro abarcan cotas más amplias que las que tradicionalmente se nos cuentan en los manuales de enseñanza y considero loable preservar la memoria histórica de aquellos avocados al olvido.
Finalmente, para mí hay un componente muy triste y desolador en todo esto: «Mi propria lengua me a muerto […]» (ibidem: 76), el poeta cree morir por culpa de su poesía; «[…] llego el riguroso punto / en que mis culpas confiese» (ibidem: 76), se arrepiente en público de sus fechorías; «Muera el cuerpo que peco / que bien la muerte merece / y vaia el alma inmortal / a vivir eternamente. / Ay que tiempo tan brebe / como podra pagar quien tanto debe» (ibidem: 76), es ahorcado, muere solo y rebosante de pena, sin saber cómo exculpar sus pecados. Y mataron a un ruiseñor, esto es lo triste. En este caso la historia es narrada a través de la literatura, se cruzan en un punto intermedio: la leyenda.

BIBLIOGRAFÍA
LARA GARRIDO, JOSÉ: (1987) Alonso Álvarez de Soria, ruiseñor del hampa (vida en literatura de un barroco marginal), Litoral, Málaga.

Pedro J. Plaza González. Alumno de Filosofía y Letras

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