Memorias eróticas de Francisco Umbral. Leído en otros blogs

De la mano de Siroco, nuestro colaborador, nos adentramos en la intimidad de uno de nuestros escritores más destacados. Una reseña caliente para un libro más caliente ahí que puedes encontrar en la nuestra Biblioteca de la Universidad y también en las Bibliotecas Públicas de Andalucía. Feliz lectura.

Francisco Umbral (1932-2007) destacó por su fecundidad, originalidad y sensibilidad, siendo definido por Fernando Lázaro Carreter y Miguel Delibes como “el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual”. De una sintaxis suelta donde abundan las metáforas frescas y vivarachas.

“Memorias eróticas” publicada en 1992 está escrita sin pelos en la lengua o solo con algún que otro pelo de esos que se escupen para no atragantarse. Si solo la décima parte de los polvos que cuenta Umbral en el libro fuesen ciertos, podría decir sin decoro que es el rey Midas que convierte sus polvos en oro. Hombre/polla es una expresión que no le gustaba al escritor pero que sin duda corría de boca en boca de las mujeres que trató en el madrileñismo del postfranquismo y de la transición española.

Umbral recuerda en su novela que hay una “mejora” literaria en las descripciones de sus relaciones, escritas con pasión y todo lujo de detalles. El culo cartaginés de Lola Machado a la que Umbral le recitaba los sonetos del toro de Rafael Morales a la vuelta de haber robado loza de Talavera; el seno infantil de Licaria, una nórdica morena que fumaba puros, no probaba el alcohol y estaba enamorada de Garcilaso de la Vega; los polvos con María del Té en el herbolario del Jardín Botánico donde al final a María del Té le olía el coño a tomillo; las vertiginosas profundidades de la vagina de Alma; la Georgia del Pasapoga en Madrid; follar a lo cherokee con Bárbara que era como follar con una esbeltísima esquelatura; la morena, pequeña y ágil Atanasia y Kitty K. en Amsterdam; el 69 con Childe en Nueva York o los orgasmos líricos con Rosa de Lima en Münich son algunos de los ejemplos de los polvos y embestidas, de los recorridos a lametones, de los chupeteos y mamadas con que Umbral nos llenará de asombro inicial para llevarnos finalmente al terreno de lo que ya se convierte habitual en él.

Decía Berlanga que era más erótico vestir a una mujer que desnudarla. Umbral en estas memorias donde también circulan políticos y toreros, artistas y gente del famoseo y del menudeo, demuestra que vestir en palabras la desnudez carnal de sus relaciones también lo es.

Ortega se lo dijo una vez a Octavio Paz: “El pensamiento es una erección y yo todavía tengo”. Algunos de nosotros nos pasa lo mismo.

Entretenido y fresco ejercicio de memorias.

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